Q&A: ¿Quiero dejar de fumar?

Mensajes Para Dejar De Fumar

Pregunta hecha por elmoribundo: ¿Quiero dejar de fumar?

fumo una caja de 10 cigarrillos diarios desde hace 2 años y definitivamente quiero dejar de fumar me gustarian consejos y saber como empezar QUE ME VA A PASAR lo bueno y lo malo porque al fin y al cabo es una droga


Mejor respuesta:


Answer by Alberto
Como vos lo digiste es una droga, te afecatrá los pulmones y la vas a tener complicada, prueba masticando los chicles.


Saludos y suerte


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Q&A: ¿Quiero dejar de fumar?

¿Programas para Dejar de Fumar?

Programa Dejar De Fumar

Pregunta hecha por §☣§Jh☯nnk¥nG§☣§: ¿Programas para Dejar de Fumar?

Hola a todos. Sin duda el fumar es una de las adicciones mas dificiles de combatir, y aunque mucha gente conoce el daño que se hace, les resulta muy complicado abandonar el cigarrillo y son cada vez mas adictos a el.


Si alguna vez han pensado en dejar de fumar y no han podido, les quiero compartir unas aplicaciones que ayudaran de gran manera a luchar contra este terrible vicio.


1. HCM Dejar de fumar: A través de la comunicación directa con tu subconsciente, HCM DEJAR DE FUMAR es el primer programa de ordenador que te ayudará de forma sistemática a dejar de fumar. El sistema HCM DEJAR DE FUMAR, aumenta la fuerza de voluntad, elimina los condicionantes negativos y la ansiedad, crea una ligera aversión al tabaco que hace más fácil evitar el consumo.


http://www.hcm-dejar-de-fumar.com


2. Quitometro: El Quitometro es un programa para Windows que pretende ayudar a dejar de fumar. Simplemente nos muestra, entre otros datos, cuánto tiempo llevamos, cuántos cigarrillos nos hemos dejado de fumar y cuánto dinero nos hemos ahorrado, y nos permite llevar estas cuentas también para otros amigos o conocidos que también se hayan decidido a dejar de fumar.


http://www.quitometro.org


3. Quit Smoking Stopwatch: Consiste en un cronómetro que cuenta los segundos, minutos y días que llevas sin fumar. Podrás ganar medallas según pase el tiempo y sabrás el dinero que te estás ahorrando cada día.


http://www.hotbounce.com/quit-smoking-stopwatch.php


4. Quit Counter: Realiza un seguimiento de diversas estadísticas, comparte tus logros y calcula el dinero que te estás ahorrando y también felicita al usuario con muchos gráficos diferentes al alcanzar tus metas.


http://www.xarka.com/freeware/quitcounter.html


Este es mi pequeño aporte para su salud, y ojala muchos sepuedan beneficiar de estas ayudas.


feliz semana


Mejor respuesta:


Answer by Mimi Delgado
Si son muy buenos consejos, gracias. Sin duda ayudará a prevenir el cáncer al pulmón y a la boca a todos los que usamos computadoras y sistemas.


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¿Programas para Dejar de Fumar?

¿Que se siente querer dejar de fumar?

Quieres Dejar De Fumar


Pregunta hecha por Bostero & Metalero: ¿Que se siente querer dejar de fumar?

Hola


Espero que me respondan personas que hayan tratado dejar de fumar icon smile

Yo se que causa adiccion y todo eso pero tan fuerte es la adiccion que una persona que fuma no puede resistirse a encender un cigarro??


Al tratar de resistir fumar cuando uno ya es adicto, se sienten mareos o descomposturas?? Porque yo si fuera fumador y me dieran ganas de fumar trataria de dormir, ir a jugar al futbol o correr, bañarme o alguna otra cosa para distraerme y no pensar en eso jaja.


Mas precisamente: Por que no se puede rechazar tan facil esa sensacion de fumar?

Como dije ya se que es una adiccion pero yo cuando me den ganas de agarrar un paquete de cigarrillos lo tiraria en algun lado y me quedaria encerrado en mi casa sin comprar otro.


No se si entendieron, es que me cuesta preguntar esto de forma clara


Saludos


Mejor respuesta:


Answer by KaRLiTrOs
Es dificil, ya que los que fumamos en forma constante tendemos a prender uno obligatoriamente si te sirves algún trago o después de finalizar un examen y quieres relajarte, al intentar dejarlo comienza a dar ansiedad por comer, pero es difícil….. atte un muerto en vida.


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¿Que se siente querer dejar de fumar?

¿metodos para dejar de fumar?

Método Para Dejar De Fumar

Pregunta hecha por juanjo: ¿metodos para dejar de fumar?


Mejor respuesta:


Answer by Al.v
dejar de comprar cigarros icon smile


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¿metodos para dejar de fumar?

Imágenes de Beneficios Dejar Fumar

Beneficios Dejar Fumar

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Imágenes de Beneficios Dejar Fumar

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Metodos Para Dejar De Tomar

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Arquidiócesis de Guadalajara
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Parroquia Maria Madre de la Iglesia

Decanato: San Andrés

Vicaría: San Andrés

Dirección Fco. L. de Gomara 1104 y Manuel Rivera Cambas.

Colonia: Jardines de la Paz CP: 44860

Ubicación: Guadalajara, Jal.

Teléfono: 3657 12 55 y fax, 3838 69 62

Fecha de erección Parroquial. 01/03/1977


Sacerdotes que atienden la Parroquia:

Sr. Cura J. Dolores Castellanos Gudiño


El Padre José de Jesús Aguilar Valdés/ colaboración especial


El pasado 24 de julio un sacerdote de la Parroquia María Madre de la Iglesia, en Guadalajara, reunió a los fieles y les dijo que esa mañana, mediante una revelación, Cristo le prometió que realizaría un milagro a las tres de la tarde.


Para ello, le pidió que pusiera sobre el altar un pequeño sagrario de madera que contenía una hostia consagrada.


Los fieles comenzaron a orar y, poco después de las tres, el sacerdote abrió el sagrario.


Para sorpresa de todos los presentes, la hostia apareció teñida con un líquido rojizo semejante a la sangre.


La noticia de que la hostia había sangrado corrió como pólvora por toda la ciudad y pronto, cientos de fieles y curiosos, acudieron a la iglesia para orar, pedir milagros o tomar fotografías del supuesto prodigio.


A las 7 de la noche se celebró una misa especial y después de la misma, ante la gran cantidad de fieles que iban llegando, se consideró prudente cerrar el templo y respetar sus horarios normales.


Es importante mencionar que, ante un hecho así, la Iglesia católica no puede declarar inmediatamente que se trata de algo sobrenatural o de un milagro, porque no se puede dejar llevar por las apariencias solamente.


En todo caso, puede decir que se trata de un acontecimiento extraño, misterioso o extraordinario.


Para evitar fraudes o juicios sin fundamento alguno, el obispo de la ciudad debe nombrar una comisión de especialistas formada por algunos científicos, físicos, químicos y sacerdotes teólogos.


Esto permite distinguir si la materia de la hostia ha cambiado verdaderamente o si se ha cubierto de óxido, de pigmentos, de bacterias o de microrganismos que pudieran cambiar su color.


En el caso de ser sangre verdadera, se debe analizar el tipo, si está coagulada o no, etcétera.


Se debe interrogar al sacerdote o testigos bajo juramento, utilizando, incluso, un detector de mentiras. La Iglesia no rechaza la posibilidad de que Dios manifieste algún mensaje mediante un milagro, pero considera que no es lo ordinario.


Por ello procede con claridad, cautela y siguiendo el método científico.


El obispo debe informar al Vaticano de los pormenores y, si fuera el caso, debe declarar con la aprobación de la Santa Sede que se trata de un milagro, así como el mensaje divino que se da a través de él. Hay dos milagros especialmente reconocidos en torno a la hostia consagrada llamados milagros eucarísticos.


El primero fue en Lanciano, Italia, en el siglo VIII, cuando una hostia se convirtió en carne humana y, el vino del cáliz, en sangre. Estos se encuentran hasta hoy en forma incorruptible y fueron analizados científicamente en 1970.


El segundo milagro fue también en Italia cuando, en 1264, en la pequeña ciudad de Bolsena, una hostia comenzó a sangrar.


Dicho milagro dio origen a la fiesta del Corpus Christi.


Lamentablemente hay casos como el del DF, en las calles de Coscomate y Zoquipa, cuando un sacerdote cismático dijo que una hostia había sangrado.


Dicho caso se consideró un vil engaño hacia los fieles. Esperemos que los estudios pertinentes nos den el resultado.


Información tomada de
www.diariobasta.com/nota.php?id_nota=16860&contador_m…


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El pasado 24 de julio un sacerdote de la Parroquia María Madre de la Iglesia, en Guadalajara, reunió a los fieles y les dijo que esa mañana, mediante una revelación, Cristo le prometió que realizaría un milagro a las tres de la tarde.


Para ello, le pidió que pusiera sobre el altar un pequeño sagrario de madera que contenía una hostia consagrada.


Los fieles comenzaron a orar y, poco después de las tres, el sacerdote abrió el sagrario.


Para sorpresa de todos los presentes, la hostia apareció teñida con un líquido rojizo semejante a la sangre.


La noticia de que la hostia había sangrado corrió como pólvora por toda la ciudad y pronto, cientos de fieles y curiosos, acudieron a la iglesia para orar, pedir milagros o tomar fotografías del supuesto prodigio.


A las 7 de la noche se celebró una misa especial y después de la misma, ante la gran cantidad de fieles que iban llegando, se consideró prudente cerrar el templo y respetar sus horarios normales.


Es importante mencionar que, ante un hecho así, la Iglesia católica no puede declarar inmediatamente que se trata de algo sobrenatural o de un milagro, porque no se puede dejar llevar por las apariencias solamente.


En todo caso, puede decir que se trata de un acontecimiento extraño, misterioso o extraordinario.


Para evitar fraudes o juicios sin fundamento alguno, el obispo de la ciudad debe nombrar una comisión de especialistas formada por algunos científicos, físicos, químicos y sacerdotes teólogos.


Esto permite distinguir si la materia de la hostia ha cambiado verdaderamente o si se ha cubierto de óxido, de pigmentos, de bacterias o de microrganismos que pudieran cambiar su color.


En el caso de ser sangre verdadera, se debe analizar el tipo, si está coagulada o no, etcétera.


Se debe interrogar al sacerdote o testigos bajo juramento, utilizando, incluso, un detector de mentiras. La Iglesia no rechaza la posibilidad de que Dios manifieste algún mensaje mediante un milagro, pero considera que no es lo ordinario.


Por ello procede con claridad, cautela y siguiendo el método científico.


El obispo debe informar al Vaticano de los pormenores y, si fuera el caso, debe declarar con la aprobación de la Santa Sede que se trata de un milagro, así como el mensaje divino que se da a través de él. Hay dos milagros especialmente reconocidos en torno a la hostia consagrada llamados milagros eucarísticos.


El primero fue en Lanciano, Italia, en el siglo VIII, cuando una hostia se convirtió en carne humana y, el vino del cáliz, en sangre. Estos se encuentran hasta hoy en forma incorruptible y fueron analizados científicamente en 1970.


El segundo milagro fue también en Italia cuando, en 1264, en la pequeña ciudad de Bolsena, una hostia comenzó a sangrar.


Dicho milagro dio origen a la fiesta del Corpus Christi.


Lamentablemente hay casos como el del DF, en las calles de Coscomate y Zoquipa, cuando un sacerdote cismático dijo que una hostia había sangrado.


Dicho caso se consideró un vil engaño hacia los fieles. Esperemos que los estudios pertinentes nos den el resultado.


Información tomada de
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Sacerdotes que atienden la Parroquia:

Sr. Cura J. Dolores Castellanos Gudiño


El Padre José de Jesús Aguilar Valdés/ colaboración especial


El pasado 24 de julio un sacerdote de la Parroquia María Madre de la Iglesia, en Guadalajara, reunió a los fieles y les dijo que esa mañana, mediante una revelación, Cristo le prometió que realizaría un milagro a las tres de la tarde.


Para ello, le pidió que pusiera sobre el altar un pequeño sagrario de madera que contenía una hostia consagrada.


Los fieles comenzaron a orar y, poco después de las tres, el sacerdote abrió el sagrario.


Para sorpresa de todos los presentes, la hostia apareció teñida con un líquido rojizo semejante a la sangre.


La noticia de que la hostia había sangrado corrió como pólvora por toda la ciudad y pronto, cientos de fieles y curiosos, acudieron a la iglesia para orar, pedir milagros o tomar fotografías del supuesto prodigio.


A las 7 de la noche se celebró una misa especial y después de la misma, ante la gran cantidad de fieles que iban llegando, se consideró prudente cerrar el templo y respetar sus horarios normales.


Es importante mencionar que, ante un hecho así, la Iglesia católica no puede declarar inmediatamente que se trata de algo sobrenatural o de un milagro, porque no se puede dejar llevar por las apariencias solamente.


En todo caso, puede decir que se trata de un acontecimiento extraño, misterioso o extraordinario.


Para evitar fraudes o juicios sin fundamento alguno, el obispo de la ciudad debe nombrar una comisión de especialistas formada por algunos científicos, físicos, químicos y sacerdotes teólogos.


Esto permite distinguir si la materia de la hostia ha cambiado verdaderamente o si se ha cubierto de óxido, de pigmentos, de bacterias o de microrganismos que pudieran cambiar su color.


En el caso de ser sangre verdadera, se debe analizar el tipo, si está coagulada o no, etcétera.


Se debe interrogar al sacerdote o testigos bajo juramento, utilizando, incluso, un detector de mentiras. La Iglesia no rechaza la posibilidad de que Dios manifieste algún mensaje mediante un milagro, pero considera que no es lo ordinario.


Por ello procede con claridad, cautela y siguiendo el método científico.


El obispo debe informar al Vaticano de los pormenores y, si fuera el caso, debe declarar con la aprobación de la Santa Sede que se trata de un milagro, así como el mensaje divino que se da a través de él. Hay dos milagros especialmente reconocidos en torno a la hostia consagrada llamados milagros eucarísticos.


El primero fue en Lanciano, Italia, en el siglo VIII, cuando una hostia se convirtió en carne humana y, el vino del cáliz, en sangre. Estos se encuentran hasta hoy en forma incorruptible y fueron analizados científicamente en 1970.


El segundo milagro fue también en Italia cuando, en 1264, en la pequeña ciudad de Bolsena, una hostia comenzó a sangrar.


Dicho milagro dio origen a la fiesta del Corpus Christi.


Lamentablemente hay casos como el del DF, en las calles de Coscomate y Zoquipa, cuando un sacerdote cismático dijo que una hostia había sangrado.


Dicho caso se consideró un vil engaño hacia los fieles. Esperemos que los estudios pertinentes nos den el resultado.


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Q&A: ¿cual es la mejor forma de dejar de fumar?

Cual Es La Mejor Forma Para Dejar De Fumar

Pregunta hecha por Lourdes L: ¿cual es la mejor forma de dejar de fumar?

que metodo habeis usado para al final conseguir dejar de fumar


Mejor respuesta:


Answer by Eva Fender
Mira yo no fumo ni lo habia hecho antes pero mi mamá si, ella duro fumando como unos 30 años y de un momento a otro dijo NO MAS y pummmm lo dejo nunca mas lo ha hecho y yo creo que la mejor forma, es tener la voluntad para dejarlo y ser conciente de que si lo sigues haciendo te puedes enfermar gravemente, no te digo que sera facil porque te diria mentiras pero animo dejalo y ten muchisisisisisisisima fuerza de voluntad.


Suerte


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Q&A: ¿cual es la mejor forma de dejar de fumar?

¿cuáles son los síntomas de dejar de fumar?

Quiero Dejar De Fumar Cigarrillo


Pregunta hecha por Africa: ¿cuáles son los síntomas de dejar de fumar?

estoy dejando de fumar y me pasa lo siguiente;me siento débil todo el día,siento un gran “vacío” interior,me siento bloqueada y soy incapaz de hacer las labores cotidianas,uermo muchísimo a lo largo del día,intento no salir a la calle para no tener la tentación de comprar tabaco y volver a fumar,no voy a tomar café ni a fiestas con las amigas para no tener la tentación de fumar,además me doy cuenta de que el tabaco me hacía “compañía” y al no fumar me siento sola.No quiero volver a fumar pero me siento mal con estossíntomas.es normal que me pase esto si estoy dejando de fumar? o estoy cayendo en una depresión?qué puedo hacer para no volver a fumar?

y también tengo insomnio

y me da miedo engordar ahora que he dejado de fumar de la ansiedad me da mas hambre


Mejor respuesta:


Answer by Yure Bizarre
Es normal querida amiga, dejar el cigarrillo produce mucha ansiedad, te recomiendo que lleves una vida mas activa salgas, sigas poniendote linda o vayas al gimnacio, el llevar una vida sedentaria hace que esta ansiedad se amplifique, yo tambien pase por esto y lo que me ayudo mucho fue leer, ir al gimnacio y los caramelos para calmar la ansiedad bucal que comprende dejar el cigarrillo


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¿cuáles son los síntomas de dejar de fumar?

Canal 9 Bahía Blanca - BD - GRUPO PARA DEJAR DE FUMAR

Grupos Para Dejar De Fumar

Q&A: ¿ como puedo dejar de fumar?

Tabaquismo Programa Para Dejar De Fumar

Pregunta hecha por vash: ¿ como puedo dejar de fumar?

yebo 2 años fumando y quiero dejarlo ayuda


Mejor respuesta:


Answer by Lady Asiqalaa ! *·.♥
Mastiqa Shicle (; Yo tabmm oy un poqito Adicta Al tabaqo ♥


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Q&A: ¿ como puedo dejar de fumar?

¿remedio para dejar de fumar?

Dejar De Fumar Ansiedad

Pregunta hecha por madizon: ¿remedio para dejar de fumar?


Mejor respuesta:


Answer by Daniel Murillo
El parche


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¿remedio para dejar de fumar?

¿urgente como puedo dejar de fumar?

Como Puedo Hacer Para Dejar De Fumar


Pregunta hecha por Martin: ¿urgente como puedo dejar de fumar?

hola pues quisiera saber como dejar de fumar no se ya no quiero fumar pero tampoco lo puedo dejar ami me gusta mucho jugar futbol y ya tenia como un mes sin jugar y ahora que jugue no aguantava nada sentia que me faltava el aire y estava biern cansado alguien que me diga como dejar de fumar

ademas de no se por queno lo puedo dejar el tequila y la cerveza la deje no me costo tanto trabajo como me esta costando dejar el cigarro


Mejor respuesta:


Answer by Alba del Campo Suarez
Pues lo primero,deja de comprar tabaco,puedes mascar chicles y usar parches de nicotina,distraete para no pensar en fumar:haz deporte,ve la television,lee…Y lo más importante para dejar de fumar es la fuerza de voluntad,el sindrome de abstinencia solo dura unos minutos y puedes soportarlo,suerte!!


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¿urgente como puedo dejar de fumar?

¿Que daños causa el fumar tres cajetillas de tabacos mentolados al día?

Que Causa El Fumar


Pregunta hecha por z?…….: ¿Que daños causa el fumar tres cajetillas de tabacos mentolados al día?

Puedo decir que soy adicto a estas desde hace mucho tiempo casi 5 años, ¿me pueden decir cuanto tiempo mas tengo antes de que me de algo por el estilo si sigo fumando así?


No es con el afán de fastidiar, así que ahorren su tiempo en insultos y demás…


Mejor respuesta:


Answer by ミ
se te pudre los dientes la boca los pulmones estas mas propenso a que te de cáncer pulmonar muchísimas cosas malas suceden al fumar varios cigarros y se te pudre el alma


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¿Que daños causa el fumar tres cajetillas de tabacos mentolados al día?

Guia de iniciacion al cigarrillo electronico (Vapeo)

Cigarrillo Electronico

¿si fumas,te queda la nicotina por siempre en los pulmones o a la larga se va?

Y Un Dia Deje De Fumar

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por 350.org

Pregunta hecha por Good Boy: ¿si fumas,te queda la nicotina por siempre en los pulmones o a la larga se va?

hola soy fumador y quiero saber si me va a quedar toda la nicotina en mis pulmones o algun dia cuando deje de fumar se me ira

fumo hace 6 meses

solamente fumo los fines de semana cuando salgo y me fumo un atado de 10,no mas…no me agarro el vicio pero cada tanto me pintan las ganas


Mejor respuesta:


Answer by negra fea
lo uq ete queda en los pulmones es el alquitran se impregna y da la coloracion tipica negra de los pulmones reduciendo la capacidad pulmonar, la nicotina difunde por la barrera alveolofulmonar y llega al cerebro matando las neuronas y creando la adiccion ademas de depositarse en otras partes del cuerrpo y producir daños en eñ aparato circulatorio quitar movilidad al espermatozoide producir infertilidad etc suerte


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¿si fumas,te queda la nicotina por siempre en los pulmones o a la larga se va?

Lo Último Aprendé estos trucos para dejar de fumar

Dejas De Fumar

2-1-2011 EL DIA QUE SE DEJA DE FUMAR
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2-1-2011 el dia que se deja de fumar


Llamá a uno de tus “puntos de apoyo”: alguien a quien le comentaste que planeás dejar de fumar y a quien podrás recurrir para recibir motivación y apoyo a lo largo del proceso. • Pensá en positivo. Cuanto menos pienses en fumar, más fácil será seguir.
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Como Dejar De Beber

Taparo o Totumo [Calabash Tree] (Crescentia cujete) + Venus
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Image by barloventomagico

Lugar: Finca La Pomarrosa, Barlovento, centro norte de Venezuela.


Place: La Pomarrosa Farm, Barlovento, north centre Venezuela.

__________________________________________________________________________


Sobre este árbol y su fruto he escrito lo siguiente:

__________________________________________________________________________


El totumo o taparo (Cresentia cujete) ha tenido desde la época indígena una enorme popularidad en todo el territorio de la actual Venezuela debido a la utilidad de sus frutos grandes y globosos, llamados totumas y taparas, los cuales le nacen, como al cacaotero, directamente del tronco y las ramas.


Decía Codazzi que «el totumo produce frutos de diversos tamaños generalmente redondos u ovales. De ellos se sirven la gente pobre y los indígenas para formar vasijas de toda especie, platos, cucharas y otros utensilios» (Codazzi, 1960 [1841], p. 99). Pero según Gonzalo Picón Febres también se valían de ellas los más pudientes, asegurando al respecto que «á no pocas señoritas, bastante aristocráticas, he visto yo en su casa llevando en las rosadas manecitas la rústica tapara, llena de agua del estanque. En las estancias, quintas ó conucos, lo que más anda en movimniento, de la casa á la quebrada y viceversa, es la tapara, ancha de asentaderas, redonda de barriga, pescuezuda unas veces y otras nó, y con un hueco ó agujero en su parte superior» (Picón, 1964 [1912], p. 276). En el pasado no podía faltar en el patio de la casa un árbol de totumo, ya que proveía a muchas familias de sus vajillas (Casale, 1994, p. 374).


Por otra parte, desde su llegada a América los europeos refirieron que los hombres de las etnias caribanas, incluidos los tomusas que poblaban Barlovento, acostumbraban utilizar unas especies de estuches para el pene elaborados con taparas. En tal sentido, el que fuera gobernador de la Provincia de Venezuela, Juan de Pimentel, comentaba que «crían estos indios otros árboles que llaman totumos, que de su fruta hacen escudillas, taparas para agua, como botijas, cucharas y cobertura para su miembro genital. La fruta de este árbol es como calabazas; y de esto, hay árboles que echan pequeña y grande fruta» (Pimentel, 1964 [1578], p. 186). Por su parte, Fernando González de Oviedo, considerado como el primer cronista de Indias, señalaba que «los que son varones, traen el miembro viril metido en un calabacito cerrado o cuello de calabaza, y con un cordón ceñido le tienen y cubren aquella parte más deshonesta de su persona» (Fernández, 1986 [1535-1557], p. 253).


Los indígenas también le daban un uso ritual al fruto del totumo, ya que con él elaboraban las maracas, en esencia similares a las actuales, compuestas de un taparo «al cual, después de asado y extraída la pulpa, y horadado convenientemente, se le introducen semillas de capacho y un palillo o mango que sirve para agitarla» (Calcaño, 1950 [1896], p. 444). Se construía así sonajeros de diferentes tamaños que podían llevar grabados y adornos, especialmente plumas de ciertas aves, denominados maraka en varias lenguas aborígenes americanas, incluidas la caribe y la arauaca, según refería Lisandro Alvarado (Alvarado, 1984 [1921], p. 268), palabra al parecer de origen guaraní que para José Antonio Calcaño significaría «cráneo o calabaza, celestial o divina» (Calcaño, 1977, p. 152). Alvarado agregaba que la maraca, «en lo antiguo fue instrumento sagrado característico en el ritual de los piaches indígenas» (Alvarado, 1984 [1921], p. 268). Eso mismo decía, con lenguaje lírico, el barloventeño Pedro Lhaya en su poema titulado Aútshi y Wanülü, nombres guajiros, respectivamente, del piache y del espíritu malo que aquél debe vencer. La estrofa reza así:


«Aútshi llegó con la esperanza

sobre un caballo de ceniza,

iluminado de elixir negro

tocado de sobria alegría.

Con la maraca sagrada

Del esotérico rito antiguo,

Y en su sangre de estirpe mágica

El eco de los exorcismos.»


(Lhaya, 1957, p. 44)


La información antigua que nos ha llegado sobre el uso de la maraca por los piaches generalmente carece de objetividad, sobre todo cuando la fuente eran los frailes cronistas, ya que lo que referían era siempre «mirado con el prisma de sus prejuicios» (Alvarado, 1984 [1945], p. 200). Es el caso, por ejemplo, del jesuíta José Gumilla, quien al hablar de las prácticas curativas de los arauacos señalaba lo siguiente:


«Estos indios son los más diestros, y aun creo que son los inventores de la maraca, que se ha introducido también en otras naciones; y se reduce en un embustero, que se introduce a médico. Hace creer a los indios que habla con el demonio, y que por su medio sabe si ha de vivir o no el enfermo. Para estas consultas tienen sus casitas apartadas, pero a vista de las poblaciones; y encerrados en ellas los médicos, se pasan toda la noche gritando, y sin dejar dormir a nadie, así por los gritos, como por la maraca, que es un calabazo con mucho número de piedrecillas adentro, con que hacen un fiero e incesante ruido. Grita y pregunta al demonio el piache (así llaman a los tales médicos) y cuando se le antoja, muda de voz, y finge las respuestas del demonio» (Gumilla, 1963 [1741], p. 137-138).


Agregaba Gumilla, en nota a pie de página, que «el sonajero de calabaza con piedrezuelas lo estilaban muchos bárbaros, digo brujos y curanderos» de toda América. El franciscano Antonio Caulín no difería de Gumilla en lo esencial, siendo su escándalo tal vez mayor porque también los españoles americanos, que eran llamados indianos por los españoles peninsulares, consultaban a los piaches en diferentes materias, como se puede comprobar de la siguiente cita:


«Veamos ahora quienes son estos Piaches, ò brujos, que tan astutamente tienen engañado à tanto número de Infieles y Cathólicos. Son para la mayor parte unos Indios taimados, y comunmente de mal gesto, grandes embusteros, y embaidores, que hacen creer a los demás Indios, que hablan con el diablo, y que éste hace quanto ellos quieren, para hacerse respetables, y temidos por las gentes, y conseguir con estos diabólicos engaños el logro de sus intereses, y desordenados apetitos. Estos son los Médicos de los Indios; ò por mejor decir, matasanos de todas estas gentes, que se valen de ellos. Estos forman sus Escuelas en lo más retirado de los montes, donde baylan à obscuras, y hacen que invocan al demonio con muchas, y horribles mudanzas, flautas, y marácas, y con estas ceremonias crían tales créditos de brujos con los demás Indios, que presumen, son los Señores de la vida, y de la muerte, por verse respetados, y de todos temidos» (Caulín, 1992 [1779], p. 99).


La maraca era utilizada no sólo en las curaciones y en los ritos de iniciación, sino también en adivinaciones y otras ceremonias, como matrimonios, exequias y bailes propiciatorios, de lo cual ofrecía Lisandro Alvarado diversos ejemplos. La maraca era en manos del piache un medio para facilitar la comunicación con los espíritus, y sólo él conocía sus secretos. Sin embargo, «parece que en contadas ocasiones podían tocar las maracas, además del piache, otros miembros de la tribu» (Calcaño, 1977, p. 151). El mestizaje implicó que con el tiempo las maracas fueran perdiendo, «aun entre los mismos indios, su carácter sagrado» (Alvarado, 1984 [1945], p. 200). Como todos sabemos, las maracas se fueron incorporando sin mayor dificultad a la panoplia de instrumentos de acompañamiento de la música criolla, sin que falte quien haya sostenido que «nada enciende tanto entusiasmo en la gente del campo como el son de las maracas» (Calcaño, 1950 [1896], p. 444).


Las maracas dieron lugar también a expresiones y consejas populares, como era de esperarse, diciéndose aún hoy día maraquear el trago para significar que alguien bebe licor muy pausadamente en una fiesta, en tanto que si, en contrapartida, otro se pasara demasiado de tragos se comentaría que cogió una maraca de pea; también se arguye que una cosa es con arpa y otra con maracas cuando algo resulta más difícil de lo esperado, en tanto que pasarse de maraca equivale a pasarse de la raya, o bien a exagerar la nota. Menos usual resulta en la actualidad la expresión tratar a alguien como un palo de maraca, en el sentido de menospreciarlo (Calcaño, 1950 [1896], p. 322), lo mismo que ser un palo de maraca, entendida como «ser un cretino que se deja manejar a todo lo ancho del capricho ajeno» (Picón, 1964 [1912], p. 319), o al contrario, no ser un palo de maraca, que significa «no ser persona insignificante» (Alvarado, 1984 [1921], p. 269).


Ha sido tan popular el fruto del totumo o taparo que uno de los nombres indígenas que se le daba a uno de los objetos fabricados con aquél pasó a significar cualquier cosa. Se trata del «coroto», que designaba, según Angel Rosenblat, «una escudilla o recipiente indígena hecho con la mitad de una totuma: los llaneros lo usan todavía para beber agua o aguardiente. Los cantores de aguinaldos de Nochebuena cantan: "Nosotros somos cinco, / seis con el coroto, / y si no me lo llena, / por Dios que lo boto." Y el colmo de la maldad es: "Beberle la mazamorra a un sute y quebrarle el coroto en la cabeza." Pues el humilde coroto indígena se ha llenado de un contenido tan universal, que hoy puede designar cualquier objeto: "El pulpero se esfumó con todos sus corotos”» (Rosenblat, 1974 [1956], Tomo IV, p. 112). Pero también en Barlovento y los valles del Tuy usan aún, como antes lo hacían los tomusas y quiriquires, habitantes aborígenes de esas regiones a la llegada de los europeos, el coroto, aunque no lo llamen así, como se puede apreciar en la Glosa a mi tierra del cantor y compositor popular tuyero Juan Alberto Paz, nacido en Cúa en 1916, quien se ufanaba de su ascendencia en la estrofa siguiente:


«Aquí se toma aguardiente

en totuma, compañero,

porque somos los primeros

de los indios descendientes.»


(Paz, 1967, p. 27)


En cuanto a sus cualidades terapéuticas, se le han encontrado aplicaciones muy variadas, ya que «las hojas y cogollos se emplean para preparar baños de asiento para curar hemorroides. La pulpa del fruto, mezclada con azúcar, actúa como purgante. Y empleada como cataplasma, alivia los golpes y hematomas» (Delascio, 1985, p. 36).


Con usos tan diversos y tanta difusión, ya que ha sido cultivado por doquier, no es de extrañar que el totumo y su fruto hayan sido incorporados al folklore venezolano en refranes muy conocidos, como el que postula que «perro que come manteca, mete la lengua en tapara», o la expresión, hoy día inusual, «día de tapara y cachimbo», utilizada para indicar un día lluvioso «de estarse en casa bebiendo y fumando», o aquella otra que decía «se juntó la arroba de queso con la tapara de melado», equivalente a la más moderna de «se juntó el hambre con las ganas de comer», lo mismo que la copla popular según la cual «el que bebe agua en tapara, / o se casa en tierra ajena, / no sabe si el agua es clara / o si la mujer es buena» (Alvarado, 1984 [1921], p. 349).


A un árbol tan estimado por los indígenas y el pueblo llano no podía dejar de dársele una connotación religiosa. No resulta casual, por tanto, que en el siglo XVII d.C., época en que la conquista fue pasando a manos de los misioneros, el mencionado Caulín hubiera señalado un árbol de totumo como el lugar de aparición de «la devotísima Imagen de nuestra Señora del Socorro» en la ciudad de San Cristóbal de los Cumanagotos, predecesora de la actual Barcelona:


«Es voz común en dicha Ciudad, que esta devotísima Imagen fue aparecida en el sitio de Cumanagoto, donde estaba fundado el año de mil seiscientos y cincuenta, sobre un árbol que en este País llaman Totumo, y permanece hasta el presente frondoso, y fructífero. En este árbol, dicen los más, fue su primera invención, sin saber como, ò de donde fuese trasladada» (Caulín, 1990 [1779], p. 206-207).


Cuenta Caulín también que al ser mudada la ciudad la imagen fue llevada a la iglesia parroquial, pero ella se habría regresado al totumo por sus propios medios en dos oportunidades, hasta que, a la tercera vez, el traslado se hizo con las solemnidades y rogatorias debidas a una imagen tan milagrosa, lo cual habría permitido asegurar que ésta no se escapara de nuevo al totumo en cuestión. ¡Válgame Dios!

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Bibliografía citada


Alvarado, Lisandro. 1984 [1921]. «Glosario de voces indígenas de Venezuela». En: «Obras completas». Tomo I. La Casa de Bello. Caracas.


Alvarado, Lisandro. 1984 [1945]. «Datos etnográficos de Venezuela». En: «Obras completas». Tomo II. La Casa de Bello. Caracas.


Calcaño, José Antonio. 1977. «El atalaya». Monte Avila Editores. Caracas.


Calcaño, Julio. 1950 [1896]. «El castellano en Venezuela. Estudio crítico». Ministerio de Educación Nacional. Caracas.


Casale, Irma. 1997. «La fitotoponimia de los pueblos de Venezuela». Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Caracas.


Caulín, Fray Antonio. 1992 [1779]. «Historia corográfica de la Nueva Andalucía». Academia Nacional de la Historia. Caracas.


Codazzi, Agustín. 1960 [1841]. «Obras escogidas. Volúmenes I y II». Ediciones del Ministerio de Educación. Caracas.


Delascio Chitty, Francisco. 1985. «Algunas plantas usadas en la medicina empírica venezolana». Instituto Nacional de Parques. Caracas.


Fernández de Oviedo, Gonzalo. 1986 [1535-1557]. «Historia general y natural de las Indias: La Provincia de Venezuela». Fundación de Promoción Cultural de Venezuela. Caracas.


Gumilla, José. 1963 [1741]. «El Orinoco ilustrado y defendido». Academia Nacional de la Historia. Caracas.


Lhaya, Pedro. 1957. «Poemas guajiros». Tipografía Guanarteme. Caracas.


Paz, Juan Alberto. 1967. «Musa criolla». Editorial Senda Avila. Caracas.


Picón Febres, Gonzalo. 1964 [1912]. «Libro raro». Biblioteca de Autores y Temas Merideños. Mérida.


Pimentel, Juan. 1964 [1578]. «Relación de Nuestra Señora de Caraballeda y Santiago de León, hecha en Caraballeda. (Acompaña un mapa y plano de la ciudad)». En: Arellano Moreno (Compilador). 1964. «Relaciones geográficas de Venezuela». Academia Nacional de la Historia. Caracas.


Rosenblat, Angel. 1974 [1956]. «Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela». Tomos I a IV. Editorial Mediterráneo. Madrid.

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Q&A: ¿Alguien sabe qué hacerpara acabar con el estrelimiento al dejar de fumar?

Efectos Al Dejar De Fumar

Pregunta hecha por Carolina C: ¿Alguien sabe qué hacerpara acabar con el estrelimiento al dejar de fumar?

Hola! Estoy dejando de fumar (otra vez xD) y ya se sabe que entre otro muxos uno de los efectos de dejar el tabaco es el estreñimiento. Yo como bastante verdura, tomo zumo de naranja x las mañanas, me muevo lo suficiente y bebo mucha agua, pero aun así no es suficiente!!! Alguien sabe que puedo comer o hacer para acabar con esto??


Mejor respuesta:


Answer by prude
Pues tal vez necesitas mas fibra y agua de la que dices tomar. Prueba con esos yogurts con probióticos, pan y cereales integrales, frutas y verduras con mucha fibra (ciruela, manzana, membrillo, apio, brócoli, etc). Para casos mas graves siempre existen esa fibras envasadas tipo metamucil y los tes de sen.

Te pongo un link con ejemplos, pero hay mucho mas.

Además necesitas estar tranquila, dejar el stress que ya no eliminas con el cigarrillo.


¿Qué te parece? Responde abajo!



Q&A: ¿Alguien sabe qué hacerpara acabar con el estrelimiento al dejar de fumar?

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TECNICAS PARA DEJAR DE FUMAR EFECTIVAMENTE!!!

Quit Para Dejar De Fumar

¿como puedo aumentar los niveles de testosterona en mi organismo?

Quiero Dejar De Tomar


Pregunta hecha por fercho: ¿como puedo aumentar los niveles de testosterona en mi organismo?

Mi principal interes es aumentar mi masa muscular ,dejar la depresion y poder promover mi interes sexual (querer encontrar a alguien para eneamorarme de verdad)


Mejor respuesta:


Answer by Shii-take
Hay varios productos comerciales en el mercado entre ellos el Cordyceps sinensis. Inyectables y orales.


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¿como puedo aumentar los niveles de testosterona en mi organismo?

¿Como dejar de fumar cigarros? Necesito algun test para dejar de fumar?

Test Dejar De Fumar

Pregunta hecha por Yurem: ¿Como dejar de fumar cigarros? Necesito algun test para dejar de fumar?

no puedo dejar de fumar


Mejor respuesta:


Answer by David
Cambia los cigarros por caramelos,chicles,…Cuando te apetezca fumar respira hondo y cuenta hasta diez,espero que te sirva mi consejo,suerte.


Da tu respuesta a esta pregunta abajo!



¿Como dejar de fumar cigarros? Necesito algun test para dejar de fumar?

lee conmigo: prohibido fumar

Donde Se Puede Fumar

Mira estas donde se puede fumar imágenes:


lee conmigo: prohibido fumar
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Image by taih

¿cuestión de interés? ¿cuestión de respeto? ¿cuestión de educación? sea cual sea la razón, no hay nada que más me reviente que ver a la gente fumando donde clarísimamente no se puede. aquí no se puede.


pero lo lamentable, a la vez, es que ni siquiera yo tengo la libertad para invitar amablemente a los terroristas de las normas de convivencia comunes a reconsiderar su decisión de fumar igualmente. no lo intenten en sus casas, podrían llegar a sufrir una agresión…


Zona de fumadores
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Image by Dago_Ô

… en Tokyo no se puede fumar caminando, solo en zonas como estas o en donde haya un cenicero


El maravilloso mundo del EKEKO
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Image by Laboratorio en Movimiento

El EKEKO es este personajito peruano que da la bienvenida y trae la buena suerte con todo lo que anda cargando en bolsitas en la casa donde se hospeda. Me preocupa su boca siempre abierta. Normalmente creo que se fuma un cigarrillo pero no se puede fumar en el coche… Encontraremos algo… El es nuestro abre caminos… tenemos toda una variedad de santos protectores, se los enseñaremos poco a poco…



lee conmigo: prohibido fumar

Q&A: ¿que problemas te puede causar el cigarro de tanto fumarlo?

Como Dejar De Fumar Cigarrillo Gratis

Pregunta hecha por lokita: ¿que problemas te puede causar el cigarro de tanto fumarlo?


Mejor respuesta:


Answer by JoOTaa
problemas para respirar y ummm!! te mancha los dientes


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Q&A: ¿que problemas te puede causar el cigarro de tanto fumarlo?

Nicorette chicles te ayuda a dejar de fumar

Dejar De Fumar Chicles

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Los socialistas quieren quitar la navidad ¿Quitarán también la Lotería de Navidad?

Quitarse De Fumar

Pregunta hecha por Tero kaj akvo: Los socialistas quieren quitar la navidad ¿Quitarán también la Lotería de Navidad?

Eso, si Zapatero y el PSOE, quieren quitarnos la Navidad, ¿Nos quitará también el sorteo de lotería más esperado de todo el año?

¿Y nos quitará también los días que tenemos de convenio? ¿Los estudiantes irán a clases de lunes a viernes entre el 22 de diciembre y el 6 de enero? También nos quiere quitar los toros, ¿Nos quitará también el Carnaval y la Semana Santa?

Y si nos quita todo eso… ¿Qué nos va a dar a cambio?

Es increíble hasta que punto llega su demagogia; están haciendo que en algunos colegios públicos se llegue a celebrar Halloween pero se niegan a celebrar la Navidad.

En el Palacio Real, se ha suprimido el tradicional portal de Belén y en su lugar se ha puesto una miniatura del palacio, nevado y en lugar de niño Jesús una muñequita Infanta Leonor.

En un colegio público se ha hecho un Belén donde las figuritas hacen pareja chico, chico y chica chica, es decir, gay.


Mejor respuesta:


Answer by la duquesa
Trabajo y mas trabajo.. Estudio y mas estudio.


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Los socialistas quieren quitar la navidad ¿Quitarán también la Lotería de Navidad?

Fotos de El Tabaco Y El Cigarrillo

El Tabaco Y El Cigarrillo

Últimas el tabaco y el cigarrillo imágenes I found:


El Caso Franklin #24
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Image by julianrod

Llega Larry con el pucho de la vida apretao entre los labios, la mira turbia y fría y un poco lerdo el andar.


Fumando en el Tour
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Image by zentolos

Etapa del Tour de Francia de los años 20 en los que se puede ver a varios corredores fumando y compartiendo un cigarrillo.

Ilustra este post del blog Zentolos.



Fotos de El Tabaco Y El Cigarrillo

Imágenes de Como Fumar Menos

Como Fumar Menos

Últimas como fumar menos imágenes I found:


Berlin colours
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Image by Reina Cañí

Berlín es multitodo. No hay un solo elemento que se repita en medio de toda su diversidad.

Berlín es rabiosamente joven, moderna y tolerante.

Es contradictoria, gris y colorida, triste y esperanzadora, negativa y divertida.

Berlín es Berlín, grande como ella sola, caótica, libre y transgresora.


Divisé estas dos chicas tomándose unas birras bajo la sombrilla de Coca-Cola, en el patio de la casa Tacheles, y me pareció una estampa cuanto menos llamativa para ser retratada. Me entusiasmó el colorido de la imagen, esos espectaculares grafitis de fondo que le dan una vitalidad especial a la imagen, a priori insulsa y cotidiana, del primer plano.


Me encantó esta foto desde el mismo momento en que la vi, en la pequeña pantalla de mi canon.


Patio trasero de la casa Tacheles, Berlín, Alemania.


Cine Real el primer establecimiento diseñado como biografo, calle Compañia
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Image by santiagonostalgico

Fue el gerente de la Paramount en Chile, el magnate Benito del Villar, quien decidió abrir allí un cine moderno, enorme y elegante en 1930.


agosto 10, 2009

Las Salas de Cine en Chile (1896-2000)

De los Teatros a las cadenas Internacionales


Cuando el cine arribó a las costas chilenas, en los últimos años del siglo XIX, fue rápidamente adoptado por la comunidad del entretenimiento. Los empresarios teatrales y revisteriles probaron suerte con este nuevo invento en los intermedios de sus espectáculos de variedades. De esta forma, el hogar natural del cinematógrafo fue, por mucho tiempo, el teatro. Aún cuando algunos galpones fueron acondicionados exclusivamente para representaciones cinematográficas, hasta la década de 1950, es muy difícil poder hacer una separación tajante entre sala de cine y sala de teatro.


*Asociación Cinematográfica de Valparaíso


Estas primeras salas presentaban, por supuesto, películas mudas, pero no por ello el espectáculo era silente. Por el contrario, las salas bullían de sonido, no sólo del pianista acompañante, sino de los espectadores que comentaban a viva voz el film, lo que provocaba constantes quejas de cinéfilos en la prensa. Ir al cine en las primeras décadas del siglo XX era un gran evento. Los asistentes se vestían con su mejor tenida; no era raro ver los días domingo cines repletos con espectadores parados en los pasillos o incluso siendo desalojados por la fuerza pública, para evitar accidentes. Las desgracias eran bastante habituales en estas salas, ya que el soporte de los films (nitrato de celulosa) era sumamente inflamable. La lista de incendios de teatros es larga y lamentable. La autoridad, municipal primero y luego central, dictó sucesivas ordenanzas a partir de la década de 1910 para evitar las tragedias, como la de disponer de máquinas en buen estado, operadores calificados, pasillos amplios, prohibición de fumar, desinfección permanente (para evitar contagios de gripes), etc.


*Teatro Carrera, 1926


La espectacularidad del cine hizo que ya para comienzos de la década de 1930 el cinematógrafo desplazara al teatro como primera opción de entretenimiento de los chilenos. La mayor parte de los teatros ofrecían cada vez más cine y menos obras en vivo. Entre los dueños de teatros se aseguraba que el biógrafo era el mejor negocio. Los principales desafíos que enfrentaron estos empresarios era ofrecer al público variedad de programas, cumplir las ordenanzas municipales y evitar la censura. Algunos empresarios comprendieron que, para atraer al público, debían preocuparse no solo de la importación de los films, sino también del espacio donde se exhibían. Se construyeron fastuosas salas, adoptando modelos extranjeros, los “cine-palacios”. Así, hubo salas de cine para todos los gustos, céntricas y en barrios, con entradas caras y baratas, etc. Se estima que hacia 1938 había cerca de 250 salas de cine en todo el país.


Con la penetración de la televisión y la crisis económica de la década de 1970, el negocio cinematográfico en Chile fue decayendo. A fines de esa década no se contaban más de 50 salas en todo el país. Frente a esta crisis, el Estado chileno intervino en un negocio que, hasta entones, estaba exclusivamente en manos privadas, nacionales y extranjeras. Durante el gobierno de la Unidad Popular, el Estado pasó a administrar directamente salas de cine, en forma de arriendo, a través de Chile Films. La Junta continuó con esta política y hasta 1988, año de privatización de Chile Films, el Estado administró diversos cines como los capitalinos Gran Palace, Imperio y Tobalaba, entre otros. En la década de 1990 el mercado del cine registró un gran remezón con la llegada de las cadenas internacionales Cinemark, Hoyts y Showcase, masificándose en todo el país el formato del multicine. Rápidamente la mayor parte de la oferta cinematográfica en Chile pasó a manos de empresas multinacionales (70% a nivel nacional, 90% en Santiago), registrándose además un gran aumento en el consumo cinematográfico. Actualmente se cuentan más de 200 salas en todo el país. Al parecer el cine volvió a ser una de las diversiones preferidas en las grandes ciudades chilenas.


Cine palacios


Los “cines palacios” comenzaron a surgir en Chile en la década de 1920. Todo en ellos era monumental: sus tamaños (algunos podían albergar hasta casi tres mil espectadores), sus conchas acústicas, sus elegantes foyers, sus estilos arquitectónicos importados de Europa y Estados Unidos, en los cuales se mezclaban el art déco, neoclásico, beaux arts, barroco.

*El Teatro Colon de Valparaiso en la decada de 1920


El Teatro Esmeralda fue el primero en su tipo, y durante mucho tiempo el teatro más grande de Chile. Inaugurado en 1922 por la empresa de Aurelio Valenzuela, tenía una capacidad de 2.600 espectadores, divididos en cuatro zonas: palcos, platea, balcón y galería. Se ubicaba en calle San Diego 1025, al llegar a Avenida Matta. Para su inauguración se invitó al presidente Arturo Alessandri y se contó con la música de acompañamiento de una orquesta de 8 integrantes, conducidos por el maestro Félix Gómez. Ese día, el 31 de marzo de 1922 se presentó el siguiente programa:


1) Match de box entre Becket y MacCormick

2) Película de la construcción del Esmeralda

3) Corazón de valiente por William Hart y Catalina MacDonald

4) Chaplin Atorrante.


La entrada más cara (palco) costó seis pesos, mientras que la galería 40 centavos. Sin embargo este teatro tendría una breve primera vida: a fines de la década de 1920 fue consumido por un incendio. Posteriormente fue reconstruido, pero con dimensiones menores.



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¿Porqué se me baja la erección a la hora de poner el condón y penetrar?

Consumo Tabaco


Pregunta hecha por hash: ¿Porqué se me baja la erección a la hora de poner el condón y penetrar?

Bueno , tengo 15 para de 16 años… y bueno lo que me pasa es que soy virgen y he querido perder la virginidad con mi actual novia.. hemos tenido los ”preeliminares” por asi decirlo y me va de lujo pero en el momento en el que medio paramos y me pongo el presrvativo el pene se empiez a poner flacio y me impide la pentetración… esto ya me había pasado hace meses con otra chica , con la cual no lo volví a intentar y como podreis imaginar me siento muy frustrado y con miedo de que me vuelva a pasar porque veo que mi novia se queda a media…


me he estado informando y he visto que puede ser debido a un tema psicológico ,de falta de confianza , algun problema circulacion , problemas por droga , tabaco…

yo consumo cannabis y polen pero no diariamente y tampoco consumo tabaco solo a la hora de liar…

y querría saber si hay alguna sexologa o sexologo que em ayude o algun consejo aparte del tipico de que me relaje.. porque yo me siento relajado aunque pienso que em puede volver a pasar como me ha pasado estas DOS veces..

porfavor necesito ayuda me siento un poco desesperado..


Mejor respuesta:


Answer by Jack
Trata de no fumar antes de tener relaciones porque a veces no te ayuda. Creo que no tenes que darle mucha importancia al tema.Preocuparte demasiado te pone nervioso y eso hace que no puedas. Decile a tu chica que te haga sexo oral y cuando estes muy excitado que ella te ponga el preservativo. icon wink


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¿Porqué se me baja la erección a la hora de poner el condón y penetrar?

Beato Sebastián de Aparicio (Capilla Interior Convento San Francisco de Asís) Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México

Que Hacer Para Dejar De Beber

Imágenes de que hacer para dejar de beber frescas:


Beato Sebastián de Aparicio (Capilla Interior Convento San Francisco de Asís) Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México
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Image by Catedrales e Iglesias

catedraleseiglesias.com

© Álbum 0076

By Catedrales e Iglesias

Arquidiócesis de Puebla


Beato Sebastián de Aparicio

Capilla Interior Convento San Francisco de Asís

Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México

Blvd. Héroes del 5 de mayo y 14 Ote. 1009

C.P. 72000

RR. PP. FRANCISCANOS

Tel. 222 235 83 08


La capilla anexa al presbiterio alberga la pequeña escultura de la Virgen Conquistadora que trajo consigo Hernán Cortés y el cuerpo incorrupto del Beato Sebastián de Aparicio.


Es aquí donde los peregrinos vienen a venerar los restos del Beato Sebastián de Aparicio (1502-1600). Su momia se expone en una urna ataúd de vidrio.

Aunque todavía no se ha canonizado, los poblanos lo consideran el santo patrono de los choferes y todos aquellos que manejan vehículos.


Beato Sebastián de Aparicio, el de las carretas

Vida de el Frayle lego Sebastián de Aparicio


Resumen del Texto copiado de
hispanidad.tripod.com/hechos14.htm


Un santo analfabeto


Conocemos bien la santa vida del Beato Sebastián de Aparicio, pues al morir en 1600 la fama de santidad de este gallego-mexicano es tan grande, que ya en 1603 el rey Felipe III escribe al obispo de Tlaxcala para que haga información procesal de su vida y milagros. Y el obispo, en 1604, le remite la biografía escrita por fray Juan de Torquemada. Muy tempranas son también las vidas escritas por el médico Bartolomé Sánchez Parejo, fray Bartolomé de Letona (1662) y fray Diego de Leyva (1685). En ellas y en otros antiguos documentos se apoyan las recientes biografías de los franciscanos Alejandro Torres (19682), Gaspar Calvo Moralejo (19762) y Matías Campazas (19852), según las cuales va mi relato.


El 20 de enero de 1502, en el pueblo gallego de Gudiña, en el matrimonio de Juan Aparicio y Teresa del Prado, nace después de dos niñas un varón, al que le ponen por nombre el santo del día: Sebastián. Nada hace presagiar que la vida de este niño va a ser tan preciosa. En realidad no es sino un chico gallego como otros tantos, que nunca aprenderá a leer y a escribir -la escuela entonces era cosa de pocos-, y que desde niño, en cambio, será instruido en las oraciones, en el catecismo, y en las muy diversas artes campesinas: hacer leña, cuidar los animales, regar, cultivar el campo, arreglar el carro, las cercas y tejados, y tantas cosas más que va a seguir ejercitando toda su vida. A los cinco o seis años, aquejado de una grave enfermedad contagiosa, y aislado por su madre en una choza solitaria, recibe en la noche la visita misteriosa de una loba que le libra de su tumor. Según Sánchez Parejo, el mismo Sebastián «refirió este suceso varias veces a sus amigos, cuando ya era fraile»


Un hombre casto


Pasada la adolescencia entre los suyos, emigra a Castilla en su primera juventud, buscando trabajo. Lo encuentra en Salamanca, en la casa de una viuda joven y rica, que se enamoró perdidamente del mozo. Asistido por la gracia del Salvador, huyó Sebastián a tiempo de aquel incendio de lujuria, sin chamuscarse en él siquiera. En la extremeña Zafra, entra al servicio de Pedro de Figueroa, pariente del Duque de Feria.


También de allí, alertado por Cristo, hubo de huir Sebastián, pues una de las hijas del amo comenzó a rondarle con exceso. Así dispuso la Providencia que se llegara Sebastián a Sanlúcar de Barrameda, de donde partían los barcos hacia América. Allí sirvió siete años, muy bien pagado, en una casa fuerte, lo que le permitió enviar a sus hermanas las dotes matrimoniales entonces en uso. En este lugar venció otra vez, sostenido por Cristo, violentos asedios femeninos, que procedieron esta vez de la hija del dueño y también de una joven de Ayamonte. De estos sucesos dio noticia él mismo, siendo ya fraile.


Se ve que las mujeres sentían gran atracción por este joven gallego. Pero aún era más amado y preferido por nuestro Señor Jesucristo.


Puebla de los Angeles


A los 31 años, en 1533, se decide Sebastián a entrar en la corriente migratoria hacia América, y se radica hasta 1542 en la ciudad mexicana de Puebla de los Angeles, fundada por Motolinía dos años antes con cuarenta familias, precisamente para acoger emigrantes españoles. Llega, pues, cuando la ciudad está naciendo, y todo tipo de trabajo y profesión son necesarios…


Sebastián cultiva, sin gran provecho, trigo y maíz. Pero pronto inicia una labor de más envergadura. Por aquellos años el ganado caballar y vacuno llevado por los españoles se ha multiplicado de tal modo que es ya, concretamente en la región de Puebla, ganado cimarrón. Sebastián, iniciador del charro mexicano, se dedica a perseguir novillos, lacearlos y domarlos, para formar con ellos buenas yuntas de bueyes.


Por otra parte, por Puebla pasan interminables caravanas que del puerto de Veracruz se dirigen a la ciudad de México, siguiendo un camino ya abierto desde 1522. Asociado Sebastián con otro gallego, probablemente carpintero, forma una pequeña sociedad de carretas de transporte -quizá la primera del Nuevo Mundo-, que evita a los indígenas el duro trabajo de portear cargas. Más aún, conseguido el permiso de la Audiencia Real, abre aquel camino al tráfico rodado, trabajando de ingeniero y de peón, y enseñando a trabajar a indios y españoles. Las carretas de Aparicio, durante siete años, recorren sin cesar aquellas primeras «carreteras» de América, como buenas carretas gallegas, chirriantes y seguras…

La casa de Aparicio en Tlalnepantla fue testigo de muchas obras de misericordia, así corporales como espirituales. En efecto, en palabras del doctor Pareja, era «refrigerio de sedientos, hartura de hambrientos, posada de peregrinos, alivio de caminantes, albergue y roca de los miserables indios» (Calvo 77). Allí Aparicio enseñaba a trabajar, daba aperos y semillas, perdonaba deudas, arreglaba carretas, enseñaba las oraciones, se esforzaba en aprender la lengua de los indios…


En su forma de vivir, no obstante su riqueza, se distinguía por una austeridad desconcertante. Vestía como cualquiera, aunque sabía trajearse adecuadamente en las ocasiones señaladas. No tenía cama, sino que dormía sobre un petate o en una manta tendida al suelo. Comía como la gente pobre tortillas de maíz con chile y poco más, y añadía algo de carne cocida en domingos y fiestas. No pocas veces pasaba la noche a caballo, protegiendo su hacienda de animales malignos, y alguna vez le vieron dormido sobre su montura, apoyado en su lanza. Todos los días rezaba el rosario, y de su tierra gallega conservó siempre una gran devoción al santo Señor Santiago.


Chapultepec y Atzcapotzalco, dos bodas


A los 55 años pasó Aparicio a vivir al pueblo de Atzcapotzalco, donde un hidalgo, con más pretensiones que riquezas, trató de conseguirle como rico y honesto marido para su hija. Aparicio preguntó al padre cuál era la dote que pretendían para la joven, y cuando supo que eran 600 pesos, los entregó al padre y él quedó libre de ulteriores apremios.


Pocos años después ha de trasladarse a Chapultepec, donde la abundancia de ganado requería su presencia. Allí tiene una enfermedad muy grave y recibe los últimos sacramentos, pensando ya en morirse. Recuparada la salud, muchos le recomiendan que se case. Tras muchas dudas y oraciones, acepta el consejo, y a los 60 años, en 1562, se casa con la hija de un amigo vecino de Chapultepec en la iglesia de los franciscanos de Tacuba, haciendo con su esposa vida virginal. Pensando estaban sus suegros en entablar proceso para obtener la nulidad del matrimonio, cuando la esposa muere, en el primer año de casados, y Aparicio, después de entregar a sus suegros los 2.000 pesos de la dote, de nuevo se va a vivir a Atzcapotzalco.


Un segundo matrimonio contrajo a los 67 años en Atzcapotzalco, con una «indita noble y virtuosa, llamada María Esteban», hija jovencita, como su primera esposa, de un amigo suyo. Fue también éste un matrimonio virginal, como Sebastián lo asegura en cláusula del testamento hecho entonces: «Para mayor gloria y honra de Dios declaro que mi mujer queda virgen como la recibí de sus padres, porque me desposé con ella para tener algún regalo en su compañía, por hallarme mal solo y para ampararla y servirla de mi hacienda». Para ésta, como para su primera esposa, fue como un padre muy bueno.


Pero tampoco esta felicidad terrena había de durarle, pues antes del año la esposa muere en un accidente, al caerse de un árbol donde recogía fruta. Aparicio la quiso mucho, como también a su primera esposa, y de ellas decía muchos años después que «había criado dos palomitas para el cielo, blancas como la leche».


Los extraños caminos del Señor


Sebastián de Aparicio, humilde y casto al estilo de San José, debió sentir como éste muchas veces profundas perplejidades ante los planes de Dios sobre él. Siempre inclinado a la austeridad de vida, el Señor ponía en sus manos la riqueza. Siempre inclinado al celibato, la Providencia le llevaba a dos matrimonios, seguidos -nuevo desconcierto- de prematura viudez. Pasando por graves enfermedades, el Señor le daba larga vida… Muchas veces se preguntaría Sebastián «¿pero qué es lo que el Señor quiere hacer conmigo?». Y una y otra vez su perplejidad tomaría forma de súplica incesante: «enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad» (Sal 85,11)…


Una gravísima enfermedad ahora le inclina a hacer su testamento, dejando todos sus bienes a los dominicos de Atzcapotzalco, con el encargo de que parte de su hacienda se empleara en favor de sus queridos indios mexicanos. Pero la salud vuelve completamente, y aumenta el desconcierto interior en Sebastián, a quien Dios da al mismo tiempo graves enfermedades y muy larga vida. Cada vez está más ajeno a sus tierras y ganados, y pasa más horas de oración en la iglesia. Cada vez son más largas y frecuentes sus visitas al convento franciscano de Tlanepantla. Una voz interior, probablemente antigua, le llama con fuerza siempre creciente a la vida religiosa, pero esta inclinación no halla en sí mismo sino dudas, y se ve contrariada por los consejos de sus amigos, incluso por las evasivas y largas de su mismo confesor.


Tiene ya 70 años, y aún no conoce su vocación definitiva. ¿Cómo se explica esto?… «¿Qué he de hacer, Señor?» (Hch 22,10). ¿Será que una pertinaz infidelidad a la gracia, obstinadamente mantenida durante tantos años, le ha impedido conocer su verdadera vocación? ¿O será más bien que esta misma vida suya, llena de zig zags, no es sino fidelidad a un misterioso plan divino?… Todo hace pensar que Sebastián de Aparicio pasó realmente las moradas, las Moradas del Castillo interior teresiano, con todas sus purificaciones e iluminaciones progresivas, hasta llegar a la cámara real, donde había de consumarse su unión con el Señor.


Verdaderamente la vida de Sebastián de Aparicio nos asegura una vez más que los caminos de la Providencia divina son misteriosos. Si él mantuvo su castidad virginal incólume en dos matrimonios y tras los graves peligros pasados en Salamanca, San Lúcar y Zafra; si guardó su devoción cristiana viviendo solo y en continuos viajes de carretero; si conservó su corazón de pobre en medio de no pequeñas riquezas, es porque siempre estuvo guardado y animado por el mismo Cristo. Ahora bien, si continuamente fue guiado por el Señor, esto nos lleva a pensar que su extraña y cambiante vida no fue sino el desarrollo fiel de un misterioso plan divino. Quiso Dios que Sebastián de Aparicio fuera todo lo que fue hasta llegar a fraile franciscano.


Portero de clarisas en México


El tiempo de «Aparicio el Rico» ha terminado ya definitivamente. Este hombre bueno, aunque parezca cosa imposible, «en todo el tiempo que fue señor de carros y labranza ganó cosa mal ganada -dice el doctor Parejo-, ni que le remordiese la conciencia a la restitución» (Calvo 81). Un verdadero milagro de la gracia de Cristo. Él mismo, ya viejo, pudo decir con toda verdad: «Siempre he trabajado por el amor de Dios» (Calvo 48).


Las clarisas de México, a poco de su fundación, pasan por graves penurias económicas. Y el confesor de Aparicio sugiere a éste que les ayude con sus bienes y sus conocimientos de la Nueva España. La respuesta es inmediata: «Padre, delo por hecho; mas de mi persona ¿qué he de hacer?»… El mismo confesor le indica la posibilidad de que sirviera a las clarisas como donado, portero y mandadero. Aquí es cuando Sebastián comienza a entrever la claridad de la vida religiosa… A fines de 1573, ante notario, cede todos sus bienes, que ascendían a unos 20.000 pesos, a las clarisas, y sólo de mala gana, por contentar a su precavido confesor, deja 1.000 pesos a su disposición por si no persevera.


Y entonces, cuando en México los numerosos conocidos de Sebastián empiezan a no entender nada de su vida, viendo que el antiguo empresario y rico hacendado se ha transformado en modesto criado de un convento femenino de clausura, entonces es precisamente cuando a él se le van aclarando las cosas: por fin su vida exterior va coincidiendo con sus inclinaciones interiores más profundas y persistentes. Es la primera vez que ocurre en su vida.


Fraile francisco


La vocación religiosa de Sebastián, después de más de un año de mandadero y sacristán de las clarisas, queda probada suficientemente, y el 9 de junio de 1574, a los 72 años de edad, es investido del hábito franciscano en el convento de México. Los buenos frailes de San Francisco, que le conocían y estimaban hacía mucho tiempo, tuvieron la generosidad de recibir a este anciano, que probablemente estimarían próximo a su fin… Pero el buen hermano lego Sebastián da en el noviciado muestras no solo de oración y virtud, sino también de laboriosidad: barre, friega, cocina, atiende a cien cosas, siempre con serena alegría.


Sin embargo, en este año de noviciado fray Sebastián va a sufrir no poco, por una parte de la convivencia, no siempre respetuosa, de sus jóvenes compañeros de noviciado, y por otra, sobre todo, de las impugnaciones del Demonio… Y además de todo esto, sus hermanos de comunidad no acaban de ponerse de acuerdo sobre la conveniencia de admitirlo definitivamente a la profesión religiosa, pues aunque reconocen su bondad, lo ven muy anciano para tomar sobre sí las austeridades de la Regla franciscana. En ese tiempo tan duro para él, fray Sebastián tiene visiones de San Francisco y de su querido apóstol Santiago, el de Galicia, que le confirman en su vocación. Al referir con toda sencillez estas visiones a un novicio que dudaba de volverse al mundo, confirmó a éste en su vocación.


Finalmente, llegado el momento, y después de tres días de deliberación, deciden recibirlo, de modo que el 13 de junio de 1575 recita la solemne fórmula:


«Yo, fray Sebastián de Aparicio, hago voto y prometo a Dios vivir en obediencia, sin cosa alguna propia y en castidad, vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, guardando la Regla de los frailes menores».


Y un fraile firma por él, pues es analfabeto.


Mendigo de Dios en Puebla


Fray Sebastián, ya fraile, con toda la alegría del Evangelio en el pecho, y con sus 73 años, se va a pie a su primer destino, Santiago de Tecali, convento situado a unos treinta kilómetros al este de Puebla. En este pueblo de unos 6.000 vecinos, siendo el único hermano lego, sirve un año de portero, cocinero, hortelano y limosnero.


Pero en seguida le llaman a Puebla de los Angeles, donde el gran convento franciscano, con su centenar de frailes, empeñados en mil tareas de evangelización y educación de los indios, necesitan un buen limosnero. Aquí, donde había comenzado su vida seglar en Nueva España, va a transcurrir el resto de su vida.


A sus 75 años, con el sombrero de paja a la espalda, el hábito remendado, la bota, «su compañera», siempre al hombro, el rosario en una mano y la aguijada en la otra para conducir sus bueyes, fray Sebastián retoma su carreta y se hace de nuevo a los caminos, recorriendo sin cesar una región de unos 250 kilómetros a la redonda, esta vez para recoger ayudas no sólo para los frailes de su comunidad, sino también para los pobres que en el convento se atienden día a día. «Ahí viene Aparicio», se decían con alegría los que le veían llegar. Y su fórmula era: «Guárdeos Dios, hermano, ¿hay algo que dar, por Dios, a San Francisco?»… «Aparicio el Rico» se ha transformado de verdad en un «fraile mendicante».


A los otros limosneros les dice siempre: «No pidáis a los pobres, que harto hacen los miserables en sustentarse en su pobreza». Más aún, él daba a los pobres muchas veces su propia ropa o les repartía de los bienes que había reunido para el convento. El superior no veía clara la conveniencia de tal proceder, pero fray Sebastián le decía: «Más que me dé cien azotes, que no tengo de dejar de dar lo que me piden por amor de Dios».


A los sesenta años había comenzado el Hermano Aparicio a beber algo de vino, que «casi no era nada». Y ahora, ya fraile y penitente, siempre llevaba consigo la bota, quizá para que no le tuvieran por santo, quizá para reconfortarse en momentos de agotamiento, tal vez para ambas cosas. Un día del Corpus se encontró con él don Diego Romano, obispo de Tlaxcala, y como le apreciaba mucho, le dijo a fray Sebastián si podía ayudarle en algo. No tuvo mucho que pensar el buen fraile. Acercándole la bota, le dijo: «Que me llenéis esta pobretilla» (Calvo 150)…


A la sombra de la Cruz


El viejito que los frailes franciscos han recibido por pura generosidad, va a servirles de limosnero 23 años, de los 75 a los 98. Siempre de aquí para allá, muchas noches las pasa al sereno, a la luz de las estrellas, al cobijo de su carreta. Incluso cuando estaba en el convento, no necesitaba celda y prefería dormir en el patio bajo su carro. El padre Alonso Ponce, Comisario General franciscano, en una Relación breve de 1586, decía de fray Sebastián:


«Siendo de casi 90 años de edad, anda con su carreta de cuatro bueyes, sin ayuda ninguna de fraile español, ni indio, ni otra persona, acarreando leña y maíz y otras cosas necesarias para el sustento de aquel convento, y nunca le hace mal dormir en el campo al sol, ni al agua, antes este es su contento y regalo, y cuando está en el convento ha de tener la puerta de la celda abierta y ver el cielo desde la cama en que duerme, porque de otra manera se angustia y muere; si se le moja la ropa nunca se la quita, sino que el mismo cuerpo la enjuga, y si por estar sucia la ha de lavar, sin aguardar a que se seque se la viste y él la enjuga y seca con el calor del cuerpo, sin que de nada de esto se le renazca enfermedad, ni indisposición alguna» (Campaza 40).


Los datos son ciertos, pero no parece tan exacta la apreciación idílica de los mismos. En realidad fray Aparicio pasó en estos años de ancianidad, siempre de camino, innumerables penalidades. A veces sus penitencias eran consideradas como manías; pero eran en realidad mortificaciones. Así, poco antes de morir, le dice a su mismo superior: «Piensa, padre Guardián, que el dormir yo en el campo y fuera de techado es por mi gusto; no, sino porque este bellaco gusanillo del cuerpo padezca, porque si no hacemos penitencia, no iremos al cielo» (Calvo 108).


Y según refiere el doctor Pareja, a un fraile que le aconsejaba ofrecerlo todo a Dios, le responde: «Hartos días ha que se lo he ofrecido, y bien veo que si no fuera por su amor, era imposible tolerarlo; porque os certifico, Padre, que ando tan molido y cansado, que ya no hay miembro en el cuerpo que no me duela; y a un puedo certificaros que hasta los cabellos de la cabeza siento que me afligen, cuando de noche me quiero acostar o tomar algún reposo» (Campazas 40).


Consolado por los ángeles


También es cierto que el Hermano Aparicio se vio asistido muchas veces por consolaciones celestiales, como suele suceder tantas veces a los santos, cuando por amor de Dios renuncian a todo placer mundano. Él tuvo, concretamente, una gran devoción a los ángeles, especialmente al de su guarda, y experimentó muchas veces sus favores.


El mismo fray Sebastián contó al provincial Alonso de Cepeda una anécdota bien significativa. Le refirió que «caminando para Puebla hizo noche junto a una gran barranca que está en el camino de Huejotzingo. Y estando acostado en el suelo, debajo de una carreta, como acostumbraba, era tanta el agua que llovía que corrían arroyos hacia él, sin poderlo remediar, ni hacer otra diligencia más que ofrecer a Dios nuestro Señor aquel trabajo que padecía, con una total resignación y conformidad con su voluntad santísima».


Pero Dios acudió en auxilio de su siervo. Un hermosísimo mancebo se apareció y con una vihuela comenzó a tocar tan suave y dulcemente, que le pareció estar en la gloria, olvidándose de la incomodidad de la lluvia, y levantándose para acercarse al músico, éste se iba retirando, hasta que saltando la barranca de un salto, desapareció, dejando a Aparicio muy consolado» (Campazas 57). Otra vez, con la carreta atascada en el barro, se le presenta un joven vestido de blanco para ofrecerle su ayuda. «¡Qué ayuda me podéis dar vos, le dice, cuando ocho bueyes no pueden sacarla!». Pero cuando ve que el joven sacaba el carro con toda facilidad, comenta en voz alta: «¡A fe que no sois vos de acá!» (Campazas 71)…


Fueron numerosas las ocasiones en que a fray Sebastián, como a Cristo después del ayuno en el desierto, «se acercaron los ángeles y le servían» (Mt 4,11), o como en la agonía de Getsemaní, «un ángel del cielo se le apareció para confortarle» (Lc 22,43).


Impugnado por los demonios


Como también es normal en quienes han vencido ya el mundo y la carne, fray Sebastián experimentó terribles impugnaciones del Demonio en muchas ocasiones. En la hacienda de Tlanepantla, agarrado a las astas de un toro furioso, luchó a brazo partido contra el Demonio. En las clarisas de México los combates contra el Maligno era tan fuertes que la abadesa le puso una noche dos hombres para su defensa, pero salieron tan molidos y aterrados por dos leones que por nada del mundo aceptaron volver a cumplir tal oficio.


Ya de fraile, según cuenta el doctor Pareja, el demonio «le quitaba de su pobre cama la poca ropa con que se cubría y abrigaba, y, echándosela por la ventana del dormitorio, lo dejaba yerto de frío y en punto de acabársele la vida. Otras veces, dándole grandes golpazos, lo atormentaba y molía; otras lo cogía en alto y, dejándolo caer como quien juega a la pelota, lo atormentaba, inquietándolo; de manera que muchas veces se vio desconsoladísimo y afligido» (Campazas 31).


Los ataques continuaron en muchas ocasiones. En una de ellas los demonios le dijeron que iban a despeñarlo porque Dios les había dado orden de hacerlo. A lo que respondió fray Sebastián muy tranquilo: «Pues si Dios os lo mandó ¿qué aguardáis? Haced lo que Él os manda, que yo estoy muy contento de hacer lo que a Dios le agrada»…


Tan acostumbrado estaba nuestro Hermano a estos combates, que al Provincial de los Descalzos, fray Juan de Santa Ana, le dijo que ya no le importaban nada, «aunque viese más demonios que mosquitos». Y poco antes de morir, a los hermanos que le recomendaban acogerse a Dios para librarse de los asedios del Malo les dice: «Gracias a Dios, ha mucho tiempo que ese maldito no llega a mí, por haberle ya muchas veces vencido».


«Florecillas» de fray Sebastián


De los 568 testigos que depusieron en el proceso que la Iglesia hizo a su muerte, y de otros relatos, nos quedan muchas anécdotas, de las que referiremos algunas. Al mismo fray Juan de Santa Ana, buen amigo suyo, le contó fray Sebastián esta anécdota:


«Habéis de saber que todas las veces que voy al convento, procuro llevar a los coristas y estudiantes fruta u otra cosa que merienden, y cuando no lo hago me esconden las herramientas de las carretas (que sin duda las letras deben hacer golosos a los mozos), y esta vez que no les llevé nada, me cercaron con mucho ruido y alboroto; me pusieron tendido sobre una tabla, diciendo que ya estaba muerto, y cantando lo que cantan cuando entierran a los muertos, me llevaban por el claustro adelante a enterrar entre las coles de la huerta, donde tenían ya hecho el hoyo. Acertolo a ver desde su corredor el Guardián, que era entonces el R. P. fray Buenaventura Paredes, y preguntó: -¿Dónde lleváis a Aparicio? Y respondieron: -Padre nuestro, está muerto y lo llevamos a enterrar. Entonces dije yo: -Padre Guardián, ¿yo estoy muerto? Y visto por el Guardián que había yo respondido, les dijo: -¿Pues cómo habla si está muerto? A lo cual los dichos coristas dijeron: -Padre nuestro, muchos muertos hablan y uno de ellos es el Hermano Aparicio. Y por último el Guardián les mandó que me dejasen, que de otra suerte ya estuviera enterrado» (Campazas 47).


En una ocasión un religioso le exhortaba a amar a Dios, ya que Dios tanto le quería. A lo que fray Sebastián respondió con dudosa exactitud teológica, pero con toda veracidad de corazón: «Más le quiero yo a Él, pues sólo por Él he trabajado toda mi vida, sin descansar un punto, y por su amor me dejaría hacer pedazos». Aquel gallego analfabeto, pura bondad para todos, tenía en cambio sus problemas para amar a los judíos, y alegaba: «No son nuestros prójimos los que no creen en Jesucristo, sino herejes». Y cuando le hacían ver que Jesucristo, la Virgen María y San José, así como los santos apóstoles, eran judíos, respondía conteniendo su indignación: «Mirad que decís herejía»…


El Hermano Aparicio, tan devoto de la Eucaristía, sufría no poco a veces por no poder estar siempre presente en los oficios litúrgicos. Por eso en ocasiones, cuando estaba con el ganado en el monte, lo dejaba abandonado y se iba al convento a la hora de la misa. Y a los que ponían objeciones les decía: «Allá queda mi Padre San Francisco, cuya hacienda es ésa; él la guardará, y yo os aseguro que no faltará nada». Como así fue siempre.


Regresaba fray Sebastián con su carro bien cargado de Tlaxcala a Puebla, cuando se le rompió un eje. No habiendo en el momento remedio humano posible, invoca a San Francisco, y el carro sigue rodando como antes. Y a uno que le dice asombrado al ver la escena: «Padre Aparicio, ¿qué diremos de esto?», le contesta simplemente: «Qué hemos de decir, sino que mi Padre San Francisco va teniendo la rueda para que no se caiga» (Campazas 53-4).


Señorío fraternal sobre los animales


En realidad, fray Sebastián era bueno con todos, con los novicios de coro, a quienes les llamaba «novillos», y también con los mismos novillos, a quienes les decía «coristillas». Tenía sobre los animales un ascendiente verdaderamente sorprendente. A sus bueyes, Blanquillo, Aceituno…, hasta una docena que tenía, o al jefe de ellos, Gachupín, les hablaba y reconvenía como a hermanos pequeños, y le hacían caso siempre. Cuando se le meten a comer en una milpa, y una mujer se acerca gritando desolada, fray Sebastián le tranquiliza: «No se preocupe, hermana, mis bueyes no hacen daño». Y éstos obedientes se retiran, dejando los maizales intactos.


En otra ocasión, acarreando piedra para la construcción del convento de Puebla, un buey se le cansó hasta el agotamiento, y hubo que desuncirlo. Fray Sebastián entonces, por seguir con el trabajo, se acerca a una vaca que está por allí paciendo con su ternero, le echa su cordón franciscano al cuello, y sin que ella se resista, la pone al yugo y sigue en su trabajo. Y al ternerillo, que protesta sin cesar con grandes mugidos, le manda callar y calla. El antiguo domador de novillos los amansa ahora en el nombre de Jesús o de San Francisco.


Regresando una vez de Atlixco con unas carretas bien cargadas de trigo, se detiene el Hermano Aparicio a descansar, momento que las hormigas aprovechan para hacer su trabajo. «Padre, le dice un indio, las hormigas están hurtando el trigo a toda prisa, y si no lo remedia, tienen traza de llevárselo todo». Fray Sebastián se acerca allí muy serio y les dice: «De San Francisco es el trigo que habéis hurtado; ahora mirad lo que hacéis». Fue suficiente para que lo devolvieran todo.


A un hermano le confesaba una vez: «Muchas veces me coge la noche en la sabana y, sin otra ayuda que la misericordia de Dios, como me veo solo y tan enfermo, vuelvo los ojos al cielo, al Padre universal de la clemencia, y dígole: «Ya sabe que esto que llevo en esta carreta es para el sustento de vuestros siervos y que estos bueyes que me ayudan a jalar la carreta son de San Francisco; también sabéis mi imposibilidad para poderlos guardar y recoger esta noche, y así los pongo en vuestras manos y dejo en vuestra guardia para que me los guardéis y traigáis en pastos cercanos, donde con facilidad los halle». Con esto me acuesto debajo de la carreta y paso la noche; y a la mañana, cuando me levanto con el cuidado de buscarlos, los veo tan cerca de mí que, llamándolos, se vienen al yugo y los unzo, y sigo mi jornada» (Calvo 146).


«No perder a Dios de vista»


Fray Sebastián de Aparicio, con todas estos prodigios, nada tenía de hombre excéntrico; bien al contrario, su vida estaba perfectamente centrada en su centro, que es Dios. Desde Él actuaba siempre, y con Él y para Él vivía en todo momento. Y si San Francisco mandaba en su Regla a todos los hermanos legos rezar 76 Padrenuestros cada día, ésta era, con el Ave María, la oración continua del Hermano Aparicio. No salía de ahí, y en el «hágase tu voluntad» él decía todo lo que tenía que decir, y no tenía más que pensar o expresar. Fray Sebastián era, como bien dice Calvo Moralejo, «el Santo del Padre Nuestro» (131).


Noches enteras pasaba en oración de rodillas, mirando al cielo. «No tenía horas determinadas de oración, refiere el padre Letona, porque la tenía continua. en especial los últimos años de su vida andaba siempre tan absorto en Dios que no atendía a las palabras y preguntas que le hacían… Los 24 años que vivió en el convento de Puebla, jamás durmió debajo de techado, sino siempre en campo raso por no perder de vista el cielo» (Campazas 87). Varias veces le vieron, frailes y seglares, elevado durante la oración en éxtasis, pero lo más común era verle entre sus bueyes, a veces, cuando no podía menos, hasta en días de fiesta.


«Lo que yo hago -le confesaba a un fraile- es hacer lo que me manda la obediencia: duermo donde puedo, como lo que Dios me envía, visto lo que me da el convento; pero lo mejor es no perder a Dios de vista, que con eso vivo seguro». Y a esto añadía: «Si no fuera así, ¿quién había de pasar la vida que yo paso? A Él ofrezco los trabajos ordinarios de cada día, y a mi Padre San Francisco, por quienes los hago; ellos me lo reciban en descuento de mis pecados para que con eso me salve».


Como decía su biógrafo Sánchez Parejo, «toda su confianza y cuidado estaba puesto en sólo Dios. Él era su compañía, su comida, su bebida, su techo y amparo y, como dijo su padre San Francisco, y todas mis cosas» (Calvo 133).


Devoto seguro de la Virgen María


El Señor, San Francisco, el apóstol Santiago, y la dulcísima Virgen María… Muchos testigos afirmaron que la mano de fray Sebastián de Aparicio, siempre que no estaba ocupada en algún trabajo, se ocupaba en pasar una y otra vez el Rosario de la Virgen, sin cansarse de ello nunca.


En una fiesta de la Virgen, llega fray Sebastián al convento de Cholula en el momento de la comunión, y allá se acerca a comulgar, desaliñado y con la bota al cinto, recogiéndose después a dar gracias. En ello está cuando se le aparece la Virgen, y él la contempla arrobado… Cuando el padre Sancho de Landa se le interpone, le dice el hermano Aparicio: «Quitáos, quitáos, ¿no veis aquella gran Señora, que baja por las escaleras? ¡Miradla! ¿No es muy hermosa?». Pero el padre Sancho no ve nada: «¿Estás loco, Sebastián?… ¿Dónde hay mujer?»… Luego comprendió que se trataba de una visión del santo Hermano (Compazas 89).


98 años…


El 20 de enero, día de San Sebastián, de 1600, el Hermano Aparicio cumple 98 años, y una vez honrado su patrono, está trabajando con sus carretas. Todavía le aguantaba la salud, aunque una antigua hernia le daba cada vez más sufrimientos. El 20 de febrero, viene a casa desde el monte de Tlaxcala con un carro de leña, cuando los dolores de la hernia se le agudizan hasta producirle náusea y vómitos. Se las arregla, quién sabe cómo, para llegar al convento de Puebla, donde fray Juan de San Buenaventura, también gallego, le recibe, espantándose de verle tan desfallecido.


Allá queda fray Sebastián en el patio, bajo la carreta, en el lugar acostumbrado. Pero el padre Guardián le obliga a guardar cama en la enfermería. Cinco días dura allí, sobre la cama inusual. Y a su paisano fray Juan de San Buenaventura se le queja: «¿Qué os parece?, cómo no me quieren dejar donde tengo consuelo»… Él, de hacía tiempo, como los indios, tenía preferencia por sentarse directamente en el suelo: «Mejor está la tierra sobre la tierra», solía decir.


Pide entonces que le traigan a la celda el Santísimo, y que le dejen adorarlo postrado en tierra. Más tarde el padre Guardián le acerca el crucifijo, para que le pida perdón al Señor por sus pecados: «¿Ahora habíamos de aguardar a eso? -le dice fray Sebastián-. Muchos días ha que somos viejos amigos»… Otro fraile le pone en guardia contra posibles asaltos del demonio: «Ya está vencido -le responde-. Todo lo veo en paz. El Señor sea bendito».


El 25 de febrero, con 98 años, postrado en tierra, al modo de San Francisco, fray Sebastián de Aparicio entrega a Dios su espíritu al tiempo que dice «Jesús».


En seguida se abre su proceso de beatificación, y llegan a documentarse hasta 968 milagros… Por fin, tras tantas demoras, en 1789 es declarado Beato, y desde entonces su cuerpo incorrupto -parece un hombre dormido, de unos 60 años- descansa en una urna de plata y cristal en el convento franciscano de Puebla de los Angeles. Hay en la plaza, sin esperar a Roma, un hermoso monumento en granito y bronce, con una inscripción bien clara:


San Sebastián de Aparicio


Precursor de los caminos de América


1502-1600


Beato Sebastián de Aparicio (Capilla Interior Convento San Francisco de Asís) Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México
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By Catedrales e Iglesias

Arquidiócesis de Puebla


Beato Sebastián de Aparicio

Capilla Interior Convento San Francisco de Asís

Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México

Blvd. Héroes del 5 de mayo y 14 Ote. 1009

C.P. 72000

RR. PP. FRANCISCANOS

Tel. 222 235 83 08


La capilla anexa al presbiterio alberga la pequeña escultura de la Virgen Conquistadora que trajo consigo Hernán Cortés y el cuerpo incorrupto del Beato Sebastián de Aparicio.


Es aquí donde los peregrinos vienen a venerar los restos del Beato Sebastián de Aparicio (1502-1600). Su momia se expone en una urna ataúd de vidrio.

Aunque todavía no se ha canonizado, los poblanos lo consideran el santo patrono de los choferes y todos aquellos que manejan vehículos.


Beato Sebastián de Aparicio, el de las carretas

Vida de el Frayle lego Sebastián de Aparicio


Resumen del Texto copiado de
hispanidad.tripod.com/hechos14.htm


Un santo analfabeto


Conocemos bien la santa vida del Beato Sebastián de Aparicio, pues al morir en 1600 la fama de santidad de este gallego-mexicano es tan grande, que ya en 1603 el rey Felipe III escribe al obispo de Tlaxcala para que haga información procesal de su vida y milagros. Y el obispo, en 1604, le remite la biografía escrita por fray Juan de Torquemada. Muy tempranas son también las vidas escritas por el médico Bartolomé Sánchez Parejo, fray Bartolomé de Letona (1662) y fray Diego de Leyva (1685). En ellas y en otros antiguos documentos se apoyan las recientes biografías de los franciscanos Alejandro Torres (19682), Gaspar Calvo Moralejo (19762) y Matías Campazas (19852), según las cuales va mi relato.


El 20 de enero de 1502, en el pueblo gallego de Gudiña, en el matrimonio de Juan Aparicio y Teresa del Prado, nace después de dos niñas un varón, al que le ponen por nombre el santo del día: Sebastián. Nada hace presagiar que la vida de este niño va a ser tan preciosa. En realidad no es sino un chico gallego como otros tantos, que nunca aprenderá a leer y a escribir -la escuela entonces era cosa de pocos-, y que desde niño, en cambio, será instruido en las oraciones, en el catecismo, y en las muy diversas artes campesinas: hacer leña, cuidar los animales, regar, cultivar el campo, arreglar el carro, las cercas y tejados, y tantas cosas más que va a seguir ejercitando toda su vida. A los cinco o seis años, aquejado de una grave enfermedad contagiosa, y aislado por su madre en una choza solitaria, recibe en la noche la visita misteriosa de una loba que le libra de su tumor. Según Sánchez Parejo, el mismo Sebastián «refirió este suceso varias veces a sus amigos, cuando ya era fraile»


Un hombre casto


Pasada la adolescencia entre los suyos, emigra a Castilla en su primera juventud, buscando trabajo. Lo encuentra en Salamanca, en la casa de una viuda joven y rica, que se enamoró perdidamente del mozo. Asistido por la gracia del Salvador, huyó Sebastián a tiempo de aquel incendio de lujuria, sin chamuscarse en él siquiera. En la extremeña Zafra, entra al servicio de Pedro de Figueroa, pariente del Duque de Feria.


También de allí, alertado por Cristo, hubo de huir Sebastián, pues una de las hijas del amo comenzó a rondarle con exceso. Así dispuso la Providencia que se llegara Sebastián a Sanlúcar de Barrameda, de donde partían los barcos hacia América. Allí sirvió siete años, muy bien pagado, en una casa fuerte, lo que le permitió enviar a sus hermanas las dotes matrimoniales entonces en uso. En este lugar venció otra vez, sostenido por Cristo, violentos asedios femeninos, que procedieron esta vez de la hija del dueño y también de una joven de Ayamonte. De estos sucesos dio noticia él mismo, siendo ya fraile.


Se ve que las mujeres sentían gran atracción por este joven gallego. Pero aún era más amado y preferido por nuestro Señor Jesucristo.


Puebla de los Angeles


A los 31 años, en 1533, se decide Sebastián a entrar en la corriente migratoria hacia América, y se radica hasta 1542 en la ciudad mexicana de Puebla de los Angeles, fundada por Motolinía dos años antes con cuarenta familias, precisamente para acoger emigrantes españoles. Llega, pues, cuando la ciudad está naciendo, y todo tipo de trabajo y profesión son necesarios…


Sebastián cultiva, sin gran provecho, trigo y maíz. Pero pronto inicia una labor de más envergadura. Por aquellos años el ganado caballar y vacuno llevado por los españoles se ha multiplicado de tal modo que es ya, concretamente en la región de Puebla, ganado cimarrón. Sebastián, iniciador del charro mexicano, se dedica a perseguir novillos, lacearlos y domarlos, para formar con ellos buenas yuntas de bueyes.


Por otra parte, por Puebla pasan interminables caravanas que del puerto de Veracruz se dirigen a la ciudad de México, siguiendo un camino ya abierto desde 1522. Asociado Sebastián con otro gallego, probablemente carpintero, forma una pequeña sociedad de carretas de transporte -quizá la primera del Nuevo Mundo-, que evita a los indígenas el duro trabajo de portear cargas. Más aún, conseguido el permiso de la Audiencia Real, abre aquel camino al tráfico rodado, trabajando de ingeniero y de peón, y enseñando a trabajar a indios y españoles. Las carretas de Aparicio, durante siete años, recorren sin cesar aquellas primeras «carreteras» de América, como buenas carretas gallegas, chirriantes y seguras…

La casa de Aparicio en Tlalnepantla fue testigo de muchas obras de misericordia, así corporales como espirituales. En efecto, en palabras del doctor Pareja, era «refrigerio de sedientos, hartura de hambrientos, posada de peregrinos, alivio de caminantes, albergue y roca de los miserables indios» (Calvo 77). Allí Aparicio enseñaba a trabajar, daba aperos y semillas, perdonaba deudas, arreglaba carretas, enseñaba las oraciones, se esforzaba en aprender la lengua de los indios…


En su forma de vivir, no obstante su riqueza, se distinguía por una austeridad desconcertante. Vestía como cualquiera, aunque sabía trajearse adecuadamente en las ocasiones señaladas. No tenía cama, sino que dormía sobre un petate o en una manta tendida al suelo. Comía como la gente pobre tortillas de maíz con chile y poco más, y añadía algo de carne cocida en domingos y fiestas. No pocas veces pasaba la noche a caballo, protegiendo su hacienda de animales malignos, y alguna vez le vieron dormido sobre su montura, apoyado en su lanza. Todos los días rezaba el rosario, y de su tierra gallega conservó siempre una gran devoción al santo Señor Santiago.


Chapultepec y Atzcapotzalco, dos bodas


A los 55 años pasó Aparicio a vivir al pueblo de Atzcapotzalco, donde un hidalgo, con más pretensiones que riquezas, trató de conseguirle como rico y honesto marido para su hija. Aparicio preguntó al padre cuál era la dote que pretendían para la joven, y cuando supo que eran 600 pesos, los entregó al padre y él quedó libre de ulteriores apremios.


Pocos años después ha de trasladarse a Chapultepec, donde la abundancia de ganado requería su presencia. Allí tiene una enfermedad muy grave y recibe los últimos sacramentos, pensando ya en morirse. Recuparada la salud, muchos le recomiendan que se case. Tras muchas dudas y oraciones, acepta el consejo, y a los 60 años, en 1562, se casa con la hija de un amigo vecino de Chapultepec en la iglesia de los franciscanos de Tacuba, haciendo con su esposa vida virginal. Pensando estaban sus suegros en entablar proceso para obtener la nulidad del matrimonio, cuando la esposa muere, en el primer año de casados, y Aparicio, después de entregar a sus suegros los 2.000 pesos de la dote, de nuevo se va a vivir a Atzcapotzalco.


Un segundo matrimonio contrajo a los 67 años en Atzcapotzalco, con una «indita noble y virtuosa, llamada María Esteban», hija jovencita, como su primera esposa, de un amigo suyo. Fue también éste un matrimonio virginal, como Sebastián lo asegura en cláusula del testamento hecho entonces: «Para mayor gloria y honra de Dios declaro que mi mujer queda virgen como la recibí de sus padres, porque me desposé con ella para tener algún regalo en su compañía, por hallarme mal solo y para ampararla y servirla de mi hacienda». Para ésta, como para su primera esposa, fue como un padre muy bueno.


Pero tampoco esta felicidad terrena había de durarle, pues antes del año la esposa muere en un accidente, al caerse de un árbol donde recogía fruta. Aparicio la quiso mucho, como también a su primera esposa, y de ellas decía muchos años después que «había criado dos palomitas para el cielo, blancas como la leche».


Los extraños caminos del Señor


Sebastián de Aparicio, humilde y casto al estilo de San José, debió sentir como éste muchas veces profundas perplejidades ante los planes de Dios sobre él. Siempre inclinado a la austeridad de vida, el Señor ponía en sus manos la riqueza. Siempre inclinado al celibato, la Providencia le llevaba a dos matrimonios, seguidos -nuevo desconcierto- de prematura viudez. Pasando por graves enfermedades, el Señor le daba larga vida… Muchas veces se preguntaría Sebastián «¿pero qué es lo que el Señor quiere hacer conmigo?». Y una y otra vez su perplejidad tomaría forma de súplica incesante: «enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad» (Sal 85,11)…


Una gravísima enfermedad ahora le inclina a hacer su testamento, dejando todos sus bienes a los dominicos de Atzcapotzalco, con el encargo de que parte de su hacienda se empleara en favor de sus queridos indios mexicanos. Pero la salud vuelve completamente, y aumenta el desconcierto interior en Sebastián, a quien Dios da al mismo tiempo graves enfermedades y muy larga vida. Cada vez está más ajeno a sus tierras y ganados, y pasa más horas de oración en la iglesia. Cada vez son más largas y frecuentes sus visitas al convento franciscano de Tlanepantla. Una voz interior, probablemente antigua, le llama con fuerza siempre creciente a la vida religiosa, pero esta inclinación no halla en sí mismo sino dudas, y se ve contrariada por los consejos de sus amigos, incluso por las evasivas y largas de su mismo confesor.


Tiene ya 70 años, y aún no conoce su vocación definitiva. ¿Cómo se explica esto?… «¿Qué he de hacer, Señor?» (Hch 22,10). ¿Será que una pertinaz infidelidad a la gracia, obstinadamente mantenida durante tantos años, le ha impedido conocer su verdadera vocación? ¿O será más bien que esta misma vida suya, llena de zig zags, no es sino fidelidad a un misterioso plan divino?… Todo hace pensar que Sebastián de Aparicio pasó realmente las moradas, las Moradas del Castillo interior teresiano, con todas sus purificaciones e iluminaciones progresivas, hasta llegar a la cámara real, donde había de consumarse su unión con el Señor.


Verdaderamente la vida de Sebastián de Aparicio nos asegura una vez más que los caminos de la Providencia divina son misteriosos. Si él mantuvo su castidad virginal incólume en dos matrimonios y tras los graves peligros pasados en Salamanca, San Lúcar y Zafra; si guardó su devoción cristiana viviendo solo y en continuos viajes de carretero; si conservó su corazón de pobre en medio de no pequeñas riquezas, es porque siempre estuvo guardado y animado por el mismo Cristo. Ahora bien, si continuamente fue guiado por el Señor, esto nos lleva a pensar que su extraña y cambiante vida no fue sino el desarrollo fiel de un misterioso plan divino. Quiso Dios que Sebastián de Aparicio fuera todo lo que fue hasta llegar a fraile franciscano.


Portero de clarisas en México


El tiempo de «Aparicio el Rico» ha terminado ya definitivamente. Este hombre bueno, aunque parezca cosa imposible, «en todo el tiempo que fue señor de carros y labranza ganó cosa mal ganada -dice el doctor Parejo-, ni que le remordiese la conciencia a la restitución» (Calvo 81). Un verdadero milagro de la gracia de Cristo. Él mismo, ya viejo, pudo decir con toda verdad: «Siempre he trabajado por el amor de Dios» (Calvo 48).


Las clarisas de México, a poco de su fundación, pasan por graves penurias económicas. Y el confesor de Aparicio sugiere a éste que les ayude con sus bienes y sus conocimientos de la Nueva España. La respuesta es inmediata: «Padre, delo por hecho; mas de mi persona ¿qué he de hacer?»… El mismo confesor le indica la posibilidad de que sirviera a las clarisas como donado, portero y mandadero. Aquí es cuando Sebastián comienza a entrever la claridad de la vida religiosa… A fines de 1573, ante notario, cede todos sus bienes, que ascendían a unos 20.000 pesos, a las clarisas, y sólo de mala gana, por contentar a su precavido confesor, deja 1.000 pesos a su disposición por si no persevera.


Y entonces, cuando en México los numerosos conocidos de Sebastián empiezan a no entender nada de su vida, viendo que el antiguo empresario y rico hacendado se ha transformado en modesto criado de un convento femenino de clausura, entonces es precisamente cuando a él se le van aclarando las cosas: por fin su vida exterior va coincidiendo con sus inclinaciones interiores más profundas y persistentes. Es la primera vez que ocurre en su vida.


Fraile francisco


La vocación religiosa de Sebastián, después de más de un año de mandadero y sacristán de las clarisas, queda probada suficientemente, y el 9 de junio de 1574, a los 72 años de edad, es investido del hábito franciscano en el convento de México. Los buenos frailes de San Francisco, que le conocían y estimaban hacía mucho tiempo, tuvieron la generosidad de recibir a este anciano, que probablemente estimarían próximo a su fin… Pero el buen hermano lego Sebastián da en el noviciado muestras no solo de oración y virtud, sino también de laboriosidad: barre, friega, cocina, atiende a cien cosas, siempre con serena alegría.


Sin embargo, en este año de noviciado fray Sebastián va a sufrir no poco, por una parte de la convivencia, no siempre respetuosa, de sus jóvenes compañeros de noviciado, y por otra, sobre todo, de las impugnaciones del Demonio… Y además de todo esto, sus hermanos de comunidad no acaban de ponerse de acuerdo sobre la conveniencia de admitirlo definitivamente a la profesión religiosa, pues aunque reconocen su bondad, lo ven muy anciano para tomar sobre sí las austeridades de la Regla franciscana. En ese tiempo tan duro para él, fray Sebastián tiene visiones de San Francisco y de su querido apóstol Santiago, el de Galicia, que le confirman en su vocación. Al referir con toda sencillez estas visiones a un novicio que dudaba de volverse al mundo, confirmó a éste en su vocación.


Finalmente, llegado el momento, y después de tres días de deliberación, deciden recibirlo, de modo que el 13 de junio de 1575 recita la solemne fórmula:


«Yo, fray Sebastián de Aparicio, hago voto y prometo a Dios vivir en obediencia, sin cosa alguna propia y en castidad, vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, guardando la Regla de los frailes menores».


Y un fraile firma por él, pues es analfabeto.


Mendigo de Dios en Puebla


Fray Sebastián, ya fraile, con toda la alegría del Evangelio en el pecho, y con sus 73 años, se va a pie a su primer destino, Santiago de Tecali, convento situado a unos treinta kilómetros al este de Puebla. En este pueblo de unos 6.000 vecinos, siendo el único hermano lego, sirve un año de portero, cocinero, hortelano y limosnero.


Pero en seguida le llaman a Puebla de los Angeles, donde el gran convento franciscano, con su centenar de frailes, empeñados en mil tareas de evangelización y educación de los indios, necesitan un buen limosnero. Aquí, donde había comenzado su vida seglar en Nueva España, va a transcurrir el resto de su vida.


A sus 75 años, con el sombrero de paja a la espalda, el hábito remendado, la bota, «su compañera», siempre al hombro, el rosario en una mano y la aguijada en la otra para conducir sus bueyes, fray Sebastián retoma su carreta y se hace de nuevo a los caminos, recorriendo sin cesar una región de unos 250 kilómetros a la redonda, esta vez para recoger ayudas no sólo para los frailes de su comunidad, sino también para los pobres que en el convento se atienden día a día. «Ahí viene Aparicio», se decían con alegría los que le veían llegar. Y su fórmula era: «Guárdeos Dios, hermano, ¿hay algo que dar, por Dios, a San Francisco?»… «Aparicio el Rico» se ha transformado de verdad en un «fraile mendicante».


A los otros limosneros les dice siempre: «No pidáis a los pobres, que harto hacen los miserables en sustentarse en su pobreza». Más aún, él daba a los pobres muchas veces su propia ropa o les repartía de los bienes que había reunido para el convento. El superior no veía clara la conveniencia de tal proceder, pero fray Sebastián le decía: «Más que me dé cien azotes, que no tengo de dejar de dar lo que me piden por amor de Dios».


A los sesenta años había comenzado el Hermano Aparicio a beber algo de vino, que «casi no era nada». Y ahora, ya fraile y penitente, siempre llevaba consigo la bota, quizá para que no le tuvieran por santo, quizá para reconfortarse en momentos de agotamiento, tal vez para ambas cosas. Un día del Corpus se encontró con él don Diego Romano, obispo de Tlaxcala, y como le apreciaba mucho, le dijo a fray Sebastián si podía ayudarle en algo. No tuvo mucho que pensar el buen fraile. Acercándole la bota, le dijo: «Que me llenéis esta pobretilla» (Calvo 150)…


A la sombra de la Cruz


El viejito que los frailes franciscos han recibido por pura generosidad, va a servirles de limosnero 23 años, de los 75 a los 98. Siempre de aquí para allá, muchas noches las pasa al sereno, a la luz de las estrellas, al cobijo de su carreta. Incluso cuando estaba en el convento, no necesitaba celda y prefería dormir en el patio bajo su carro. El padre Alonso Ponce, Comisario General franciscano, en una Relación breve de 1586, decía de fray Sebastián:


«Siendo de casi 90 años de edad, anda con su carreta de cuatro bueyes, sin ayuda ninguna de fraile español, ni indio, ni otra persona, acarreando leña y maíz y otras cosas necesarias para el sustento de aquel convento, y nunca le hace mal dormir en el campo al sol, ni al agua, antes este es su contento y regalo, y cuando está en el convento ha de tener la puerta de la celda abierta y ver el cielo desde la cama en que duerme, porque de otra manera se angustia y muere; si se le moja la ropa nunca se la quita, sino que el mismo cuerpo la enjuga, y si por estar sucia la ha de lavar, sin aguardar a que se seque se la viste y él la enjuga y seca con el calor del cuerpo, sin que de nada de esto se le renazca enfermedad, ni indisposición alguna» (Campaza 40).


Los datos son ciertos, pero no parece tan exacta la apreciación idílica de los mismos. En realidad fray Aparicio pasó en estos años de ancianidad, siempre de camino, innumerables penalidades. A veces sus penitencias eran consideradas como manías; pero eran en realidad mortificaciones. Así, poco antes de morir, le dice a su mismo superior: «Piensa, padre Guardián, que el dormir yo en el campo y fuera de techado es por mi gusto; no, sino porque este bellaco gusanillo del cuerpo padezca, porque si no hacemos penitencia, no iremos al cielo» (Calvo 108).


Y según refiere el doctor Pareja, a un fraile que le aconsejaba ofrecerlo todo a Dios, le responde: «Hartos días ha que se lo he ofrecido, y bien veo que si no fuera por su amor, era imposible tolerarlo; porque os certifico, Padre, que ando tan molido y cansado, que ya no hay miembro en el cuerpo que no me duela; y a un puedo certificaros que hasta los cabellos de la cabeza siento que me afligen, cuando de noche me quiero acostar o tomar algún reposo» (Campazas 40).


Consolado por los ángeles


También es cierto que el Hermano Aparicio se vio asistido muchas veces por consolaciones celestiales, como suele suceder tantas veces a los santos, cuando por amor de Dios renuncian a todo placer mundano. Él tuvo, concretamente, una gran devoción a los ángeles, especialmente al de su guarda, y experimentó muchas veces sus favores.


El mismo fray Sebastián contó al provincial Alonso de Cepeda una anécdota bien significativa. Le refirió que «caminando para Puebla hizo noche junto a una gran barranca que está en el camino de Huejotzingo. Y estando acostado en el suelo, debajo de una carreta, como acostumbraba, era tanta el agua que llovía que corrían arroyos hacia él, sin poderlo remediar, ni hacer otra diligencia más que ofrecer a Dios nuestro Señor aquel trabajo que padecía, con una total resignación y conformidad con su voluntad santísima».


Pero Dios acudió en auxilio de su siervo. Un hermosísimo mancebo se apareció y con una vihuela comenzó a tocar tan suave y dulcemente, que le pareció estar en la gloria, olvidándose de la incomodidad de la lluvia, y levantándose para acercarse al músico, éste se iba retirando, hasta que saltando la barranca de un salto, desapareció, dejando a Aparicio muy consolado» (Campazas 57). Otra vez, con la carreta atascada en el barro, se le presenta un joven vestido de blanco para ofrecerle su ayuda. «¡Qué ayuda me podéis dar vos, le dice, cuando ocho bueyes no pueden sacarla!». Pero cuando ve que el joven sacaba el carro con toda facilidad, comenta en voz alta: «¡A fe que no sois vos de acá!» (Campazas 71)…


Fueron numerosas las ocasiones en que a fray Sebastián, como a Cristo después del ayuno en el desierto, «se acercaron los ángeles y le servían» (Mt 4,11), o como en la agonía de Getsemaní, «un ángel del cielo se le apareció para confortarle» (Lc 22,43).


Impugnado por los demonios


Como también es normal en quienes han vencido ya el mundo y la carne, fray Sebastián experimentó terribles impugnaciones del Demonio en muchas ocasiones. En la hacienda de Tlanepantla, agarrado a las astas de un toro furioso, luchó a brazo partido contra el Demonio. En las clarisas de México los combates contra el Maligno era tan fuertes que la abadesa le puso una noche dos hombres para su defensa, pero salieron tan molidos y aterrados por dos leones que por nada del mundo aceptaron volver a cumplir tal oficio.


Ya de fraile, según cuenta el doctor Pareja, el demonio «le quitaba de su pobre cama la poca ropa con que se cubría y abrigaba, y, echándosela por la ventana del dormitorio, lo dejaba yerto de frío y en punto de acabársele la vida. Otras veces, dándole grandes golpazos, lo atormentaba y molía; otras lo cogía en alto y, dejándolo caer como quien juega a la pelota, lo atormentaba, inquietándolo; de manera que muchas veces se vio desconsoladísimo y afligido» (Campazas 31).


Los ataques continuaron en muchas ocasiones. En una de ellas los demonios le dijeron que iban a despeñarlo porque Dios les había dado orden de hacerlo. A lo que respondió fray Sebastián muy tranquilo: «Pues si Dios os lo mandó ¿qué aguardáis? Haced lo que Él os manda, que yo estoy muy contento de hacer lo que a Dios le agrada»…


Tan acostumbrado estaba nuestro Hermano a estos combates, que al Provincial de los Descalzos, fray Juan de Santa Ana, le dijo que ya no le importaban nada, «aunque viese más demonios que mosquitos». Y poco antes de morir, a los hermanos que le recomendaban acogerse a Dios para librarse de los asedios del Malo les dice: «Gracias a Dios, ha mucho tiempo que ese maldito no llega a mí, por haberle ya muchas veces vencido».


«Florecillas» de fray Sebastián


De los 568 testigos que depusieron en el proceso que la Iglesia hizo a su muerte, y de otros relatos, nos quedan muchas anécdotas, de las que referiremos algunas. Al mismo fray Juan de Santa Ana, buen amigo suyo, le contó fray Sebastián esta anécdota:


«Habéis de saber que todas las veces que voy al convento, procuro llevar a los coristas y estudiantes fruta u otra cosa que merienden, y cuando no lo hago me esconden las herramientas de las carretas (que sin duda las letras deben hacer golosos a los mozos), y esta vez que no les llevé nada, me cercaron con mucho ruido y alboroto; me pusieron tendido sobre una tabla, diciendo que ya estaba muerto, y cantando lo que cantan cuando entierran a los muertos, me llevaban por el claustro adelante a enterrar entre las coles de la huerta, donde tenían ya hecho el hoyo. Acertolo a ver desde su corredor el Guardián, que era entonces el R. P. fray Buenaventura Paredes, y preguntó: -¿Dónde lleváis a Aparicio? Y respondieron: -Padre nuestro, está muerto y lo llevamos a enterrar. Entonces dije yo: -Padre Guardián, ¿yo estoy muerto? Y visto por el Guardián que había yo respondido, les dijo: -¿Pues cómo habla si está muerto? A lo cual los dichos coristas dijeron: -Padre nuestro, muchos muertos hablan y uno de ellos es el Hermano Aparicio. Y por último el Guardián les mandó que me dejasen, que de otra suerte ya estuviera enterrado» (Campazas 47).


En una ocasión un religioso le exhortaba a amar a Dios, ya que Dios tanto le quería. A lo que fray Sebastián respondió con dudosa exactitud teológica, pero con toda veracidad de corazón: «Más le quiero yo a Él, pues sólo por Él he trabajado toda mi vida, sin descansar un punto, y por su amor me dejaría hacer pedazos». Aquel gallego analfabeto, pura bondad para todos, tenía en cambio sus problemas para amar a los judíos, y alegaba: «No son nuestros prójimos los que no creen en Jesucristo, sino herejes». Y cuando le hacían ver que Jesucristo, la Virgen María y San José, así como los santos apóstoles, eran judíos, respondía conteniendo su indignación: «Mirad que decís herejía»…


El Hermano Aparicio, tan devoto de la Eucaristía, sufría no poco a veces por no poder estar siempre presente en los oficios litúrgicos. Por eso en ocasiones, cuando estaba con el ganado en el monte, lo dejaba abandonado y se iba al convento a la hora de la misa. Y a los que ponían objeciones les decía: «Allá queda mi Padre San Francisco, cuya hacienda es ésa; él la guardará, y yo os aseguro que no faltará nada». Como así fue siempre.


Regresaba fray Sebastián con su carro bien cargado de Tlaxcala a Puebla, cuando se le rompió un eje. No habiendo en el momento remedio humano posible, invoca a San Francisco, y el carro sigue rodando como antes. Y a uno que le dice asombrado al ver la escena: «Padre Aparicio, ¿qué diremos de esto?», le contesta simplemente: «Qué hemos de decir, sino que mi Padre San Francisco va teniendo la rueda para que no se caiga» (Campazas 53-4).


Señorío fraternal sobre los animales


En realidad, fray Sebastián era bueno con todos, con los novicios de coro, a quienes les llamaba «novillos», y también con los mismos novillos, a quienes les decía «coristillas». Tenía sobre los animales un ascendiente verdaderamente sorprendente. A sus bueyes, Blanquillo, Aceituno…, hasta una docena que tenía, o al jefe de ellos, Gachupín, les hablaba y reconvenía como a hermanos pequeños, y le hacían caso siempre. Cuando se le meten a comer en una milpa, y una mujer se acerca gritando desolada, fray Sebastián le tranquiliza: «No se preocupe, hermana, mis bueyes no hacen daño». Y éstos obedientes se retiran, dejando los maizales intactos.


En otra ocasión, acarreando piedra para la construcción del convento de Puebla, un buey se le cansó hasta el agotamiento, y hubo que desuncirlo. Fray Sebastián entonces, por seguir con el trabajo, se acerca a una vaca que está por allí paciendo con su ternero, le echa su cordón franciscano al cuello, y sin que ella se resista, la pone al yugo y sigue en su trabajo. Y al ternerillo, que protesta sin cesar con grandes mugidos, le manda callar y calla. El antiguo domador de novillos los amansa ahora en el nombre de Jesús o de San Francisco.


Regresando una vez de Atlixco con unas carretas bien cargadas de trigo, se detiene el Hermano Aparicio a descansar, momento que las hormigas aprovechan para hacer su trabajo. «Padre, le dice un indio, las hormigas están hurtando el trigo a toda prisa, y si no lo remedia, tienen traza de llevárselo todo». Fray Sebastián se acerca allí muy serio y les dice: «De San Francisco es el trigo que habéis hurtado; ahora mirad lo que hacéis». Fue suficiente para que lo devolvieran todo.


A un hermano le confesaba una vez: «Muchas veces me coge la noche en la sabana y, sin otra ayuda que la misericordia de Dios, como me veo solo y tan enfermo, vuelvo los ojos al cielo, al Padre universal de la clemencia, y dígole: «Ya sabe que esto que llevo en esta carreta es para el sustento de vuestros siervos y que estos bueyes que me ayudan a jalar la carreta son de San Francisco; también sabéis mi imposibilidad para poderlos guardar y recoger esta noche, y así los pongo en vuestras manos y dejo en vuestra guardia para que me los guardéis y traigáis en pastos cercanos, donde con facilidad los halle». Con esto me acuesto debajo de la carreta y paso la noche; y a la mañana, cuando me levanto con el cuidado de buscarlos, los veo tan cerca de mí que, llamándolos, se vienen al yugo y los unzo, y sigo mi jornada» (Calvo 146).


«No perder a Dios de vista»


Fray Sebastián de Aparicio, con todas estos prodigios, nada tenía de hombre excéntrico; bien al contrario, su vida estaba perfectamente centrada en su centro, que es Dios. Desde Él actuaba siempre, y con Él y para Él vivía en todo momento. Y si San Francisco mandaba en su Regla a todos los hermanos legos rezar 76 Padrenuestros cada día, ésta era, con el Ave María, la oración continua del Hermano Aparicio. No salía de ahí, y en el «hágase tu voluntad» él decía todo lo que tenía que decir, y no tenía más que pensar o expresar. Fray Sebastián era, como bien dice Calvo Moralejo, «el Santo del Padre Nuestro» (131).


Noches enteras pasaba en oración de rodillas, mirando al cielo. «No tenía horas determinadas de oración, refiere el padre Letona, porque la tenía continua. en especial los últimos años de su vida andaba siempre tan absorto en Dios que no atendía a las palabras y preguntas que le hacían… Los 24 años que vivió en el convento de Puebla, jamás durmió debajo de techado, sino siempre en campo raso por no perder de vista el cielo» (Campazas 87). Varias veces le vieron, frailes y seglares, elevado durante la oración en éxtasis, pero lo más común era verle entre sus bueyes, a veces, cuando no podía menos, hasta en días de fiesta.


«Lo que yo hago -le confesaba a un fraile- es hacer lo que me manda la obediencia: duermo donde puedo, como lo que Dios me envía, visto lo que me da el convento; pero lo mejor es no perder a Dios de vista, que con eso vivo seguro». Y a esto añadía: «Si no fuera así, ¿quién había de pasar la vida que yo paso? A Él ofrezco los trabajos ordinarios de cada día, y a mi Padre San Francisco, por quienes los hago; ellos me lo reciban en descuento de mis pecados para que con eso me salve».


Como decía su biógrafo Sánchez Parejo, «toda su confianza y cuidado estaba puesto en sólo Dios. Él era su compañía, su comida, su bebida, su techo y amparo y, como dijo su padre San Francisco, y todas mis cosas» (Calvo 133).


Devoto seguro de la Virgen María


El Señor, San Francisco, el apóstol Santiago, y la dulcísima Virgen María… Muchos testigos afirmaron que la mano de fray Sebastián de Aparicio, siempre que no estaba ocupada en algún trabajo, se ocupaba en pasar una y otra vez el Rosario de la Virgen, sin cansarse de ello nunca.


En una fiesta de la Virgen, llega fray Sebastián al convento de Cholula en el momento de la comunión, y allá se acerca a comulgar, desaliñado y con la bota al cinto, recogiéndose después a dar gracias. En ello está cuando se le aparece la Virgen, y él la contempla arrobado… Cuando el padre Sancho de Landa se le interpone, le dice el hermano Aparicio: «Quitáos, quitáos, ¿no veis aquella gran Señora, que baja por las escaleras? ¡Miradla! ¿No es muy hermosa?». Pero el padre Sancho no ve nada: «¿Estás loco, Sebastián?… ¿Dónde hay mujer?»… Luego comprendió que se trataba de una visión del santo Hermano (Compazas 89).


98 años…


El 20 de enero, día de San Sebastián, de 1600, el Hermano Aparicio cumple 98 años, y una vez honrado su patrono, está trabajando con sus carretas. Todavía le aguantaba la salud, aunque una antigua hernia le daba cada vez más sufrimientos. El 20 de febrero, viene a casa desde el monte de Tlaxcala con un carro de leña, cuando los dolores de la hernia se le agudizan hasta producirle náusea y vómitos. Se las arregla, quién sabe cómo, para llegar al convento de Puebla, donde fray Juan de San Buenaventura, también gallego, le recibe, espantándose de verle tan desfallecido.


Allá queda fray Sebastián en el patio, bajo la carreta, en el lugar acostumbrado. Pero el padre Guardián le obliga a guardar cama en la enfermería. Cinco días dura allí, sobre la cama inusual. Y a su paisano fray Juan de San Buenaventura se le queja: «¿Qué os parece?, cómo no me quieren dejar donde tengo consuelo»… Él, de hacía tiempo, como los indios, tenía preferencia por sentarse directamente en el suelo: «Mejor está la tierra sobre la tierra», solía decir.


Pide entonces que le traigan a la celda el Santísimo, y que le dejen adorarlo postrado en tierra. Más tarde el padre Guardián le acerca el crucifijo, para que le pida perdón al Señor por sus pecados: «¿Ahora habíamos de aguardar a eso? -le dice fray Sebastián-. Muchos días ha que somos viejos amigos»… Otro fraile le pone en guardia contra posibles asaltos del demonio: «Ya está vencido -le responde-. Todo lo veo en paz. El Señor sea bendito».


El 25 de febrero, con 98 años, postrado en tierra, al modo de San Francisco, fray Sebastián de Aparicio entrega a Dios su espíritu al tiempo que dice «Jesús».


En seguida se abre su proceso de beatificación, y llegan a documentarse hasta 968 milagros… Por fin, tras tantas demoras, en 1789 es declarado Beato, y desde entonces su cuerpo incorrupto -parece un hombre dormido, de unos 60 años- descansa en una urna de plata y cristal en el convento franciscano de Puebla de los Angeles. Hay en la plaza, sin esperar a Roma, un hermoso monumento en granito y bronce, con una inscripción bien clara:


San Sebastián de Aparicio


Precursor de los caminos de América


1502-1600


Beato Sebastián de Aparicio (Capilla Interior Convento San Francisco de Asís) Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México
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By Catedrales e Iglesias

Arquidiócesis de Puebla


Beato Sebastián de Aparicio

Capilla Interior Convento San Francisco de Asís

Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México

Blvd. Héroes del 5 de mayo y 14 Ote. 1009

C.P. 72000

RR. PP. FRANCISCANOS

Tel. 222 235 83 08


La capilla anexa al presbiterio alberga la pequeña escultura de la Virgen Conquistadora que trajo consigo Hernán Cortés y el cuerpo incorrupto del Beato Sebastián de Aparicio.


Es aquí donde los peregrinos vienen a venerar los restos del Beato Sebastián de Aparicio (1502-1600). Su momia se expone en una urna ataúd de vidrio.

Aunque todavía no se ha canonizado, los poblanos lo consideran el santo patrono de los choferes y todos aquellos que manejan vehículos.


Beato Sebastián de Aparicio, el de las carretas

Vida de el Frayle lego Sebastián de Aparicio


Resumen del Texto copiado de
hispanidad.tripod.com/hechos14.htm


Un santo analfabeto


Conocemos bien la santa vida del Beato Sebastián de Aparicio, pues al morir en 1600 la fama de santidad de este gallego-mexicano es tan grande, que ya en 1603 el rey Felipe III escribe al obispo de Tlaxcala para que haga información procesal de su vida y milagros. Y el obispo, en 1604, le remite la biografía escrita por fray Juan de Torquemada. Muy tempranas son también las vidas escritas por el médico Bartolomé Sánchez Parejo, fray Bartolomé de Letona (1662) y fray Diego de Leyva (1685). En ellas y en otros antiguos documentos se apoyan las recientes biografías de los franciscanos Alejandro Torres (19682), Gaspar Calvo Moralejo (19762) y Matías Campazas (19852), según las cuales va mi relato.


El 20 de enero de 1502, en el pueblo gallego de Gudiña, en el matrimonio de Juan Aparicio y Teresa del Prado, nace después de dos niñas un varón, al que le ponen por nombre el santo del día: Sebastián. Nada hace presagiar que la vida de este niño va a ser tan preciosa. En realidad no es sino un chico gallego como otros tantos, que nunca aprenderá a leer y a escribir -la escuela entonces era cosa de pocos-, y que desde niño, en cambio, será instruido en las oraciones, en el catecismo, y en las muy diversas artes campesinas: hacer leña, cuidar los animales, regar, cultivar el campo, arreglar el carro, las cercas y tejados, y tantas cosas más que va a seguir ejercitando toda su vida. A los cinco o seis años, aquejado de una grave enfermedad contagiosa, y aislado por su madre en una choza solitaria, recibe en la noche la visita misteriosa de una loba que le libra de su tumor. Según Sánchez Parejo, el mismo Sebastián «refirió este suceso varias veces a sus amigos, cuando ya era fraile»


Un hombre casto


Pasada la adolescencia entre los suyos, emigra a Castilla en su primera juventud, buscando trabajo. Lo encuentra en Salamanca, en la casa de una viuda joven y rica, que se enamoró perdidamente del mozo. Asistido por la gracia del Salvador, huyó Sebastián a tiempo de aquel incendio de lujuria, sin chamuscarse en él siquiera. En la extremeña Zafra, entra al servicio de Pedro de Figueroa, pariente del Duque de Feria.


También de allí, alertado por Cristo, hubo de huir Sebastián, pues una de las hijas del amo comenzó a rondarle con exceso. Así dispuso la Providencia que se llegara Sebastián a Sanlúcar de Barrameda, de donde partían los barcos hacia América. Allí sirvió siete años, muy bien pagado, en una casa fuerte, lo que le permitió enviar a sus hermanas las dotes matrimoniales entonces en uso. En este lugar venció otra vez, sostenido por Cristo, violentos asedios femeninos, que procedieron esta vez de la hija del dueño y también de una joven de Ayamonte. De estos sucesos dio noticia él mismo, siendo ya fraile.


Se ve que las mujeres sentían gran atracción por este joven gallego. Pero aún era más amado y preferido por nuestro Señor Jesucristo.


Puebla de los Angeles


A los 31 años, en 1533, se decide Sebastián a entrar en la corriente migratoria hacia América, y se radica hasta 1542 en la ciudad mexicana de Puebla de los Angeles, fundada por Motolinía dos años antes con cuarenta familias, precisamente para acoger emigrantes españoles. Llega, pues, cuando la ciudad está naciendo, y todo tipo de trabajo y profesión son necesarios…


Sebastián cultiva, sin gran provecho, trigo y maíz. Pero pronto inicia una labor de más envergadura. Por aquellos años el ganado caballar y vacuno llevado por los españoles se ha multiplicado de tal modo que es ya, concretamente en la región de Puebla, ganado cimarrón. Sebastián, iniciador del charro mexicano, se dedica a perseguir novillos, lacearlos y domarlos, para formar con ellos buenas yuntas de bueyes.


Por otra parte, por Puebla pasan interminables caravanas que del puerto de Veracruz se dirigen a la ciudad de México, siguiendo un camino ya abierto desde 1522. Asociado Sebastián con otro gallego, probablemente carpintero, forma una pequeña sociedad de carretas de transporte -quizá la primera del Nuevo Mundo-, que evita a los indígenas el duro trabajo de portear cargas. Más aún, conseguido el permiso de la Audiencia Real, abre aquel camino al tráfico rodado, trabajando de ingeniero y de peón, y enseñando a trabajar a indios y españoles. Las carretas de Aparicio, durante siete años, recorren sin cesar aquellas primeras «carreteras» de América, como buenas carretas gallegas, chirriantes y seguras…

La casa de Aparicio en Tlalnepantla fue testigo de muchas obras de misericordia, así corporales como espirituales. En efecto, en palabras del doctor Pareja, era «refrigerio de sedientos, hartura de hambrientos, posada de peregrinos, alivio de caminantes, albergue y roca de los miserables indios» (Calvo 77). Allí Aparicio enseñaba a trabajar, daba aperos y semillas, perdonaba deudas, arreglaba carretas, enseñaba las oraciones, se esforzaba en aprender la lengua de los indios…


En su forma de vivir, no obstante su riqueza, se distinguía por una austeridad desconcertante. Vestía como cualquiera, aunque sabía trajearse adecuadamente en las ocasiones señaladas. No tenía cama, sino que dormía sobre un petate o en una manta tendida al suelo. Comía como la gente pobre tortillas de maíz con chile y poco más, y añadía algo de carne cocida en domingos y fiestas. No pocas veces pasaba la noche a caballo, protegiendo su hacienda de animales malignos, y alguna vez le vieron dormido sobre su montura, apoyado en su lanza. Todos los días rezaba el rosario, y de su tierra gallega conservó siempre una gran devoción al santo Señor Santiago.


Chapultepec y Atzcapotzalco, dos bodas


A los 55 años pasó Aparicio a vivir al pueblo de Atzcapotzalco, donde un hidalgo, con más pretensiones que riquezas, trató de conseguirle como rico y honesto marido para su hija. Aparicio preguntó al padre cuál era la dote que pretendían para la joven, y cuando supo que eran 600 pesos, los entregó al padre y él quedó libre de ulteriores apremios.


Pocos años después ha de trasladarse a Chapultepec, donde la abundancia de ganado requería su presencia. Allí tiene una enfermedad muy grave y recibe los últimos sacramentos, pensando ya en morirse. Recuparada la salud, muchos le recomiendan que se case. Tras muchas dudas y oraciones, acepta el consejo, y a los 60 años, en 1562, se casa con la hija de un amigo vecino de Chapultepec en la iglesia de los franciscanos de Tacuba, haciendo con su esposa vida virginal. Pensando estaban sus suegros en entablar proceso para obtener la nulidad del matrimonio, cuando la esposa muere, en el primer año de casados, y Aparicio, después de entregar a sus suegros los 2.000 pesos de la dote, de nuevo se va a vivir a Atzcapotzalco.


Un segundo matrimonio contrajo a los 67 años en Atzcapotzalco, con una «indita noble y virtuosa, llamada María Esteban», hija jovencita, como su primera esposa, de un amigo suyo. Fue también éste un matrimonio virginal, como Sebastián lo asegura en cláusula del testamento hecho entonces: «Para mayor gloria y honra de Dios declaro que mi mujer queda virgen como la recibí de sus padres, porque me desposé con ella para tener algún regalo en su compañía, por hallarme mal solo y para ampararla y servirla de mi hacienda». Para ésta, como para su primera esposa, fue como un padre muy bueno.


Pero tampoco esta felicidad terrena había de durarle, pues antes del año la esposa muere en un accidente, al caerse de un árbol donde recogía fruta. Aparicio la quiso mucho, como también a su primera esposa, y de ellas decía muchos años después que «había criado dos palomitas para el cielo, blancas como la leche».


Los extraños caminos del Señor


Sebastián de Aparicio, humilde y casto al estilo de San José, debió sentir como éste muchas veces profundas perplejidades ante los planes de Dios sobre él. Siempre inclinado a la austeridad de vida, el Señor ponía en sus manos la riqueza. Siempre inclinado al celibato, la Providencia le llevaba a dos matrimonios, seguidos -nuevo desconcierto- de prematura viudez. Pasando por graves enfermedades, el Señor le daba larga vida… Muchas veces se preguntaría Sebastián «¿pero qué es lo que el Señor quiere hacer conmigo?». Y una y otra vez su perplejidad tomaría forma de súplica incesante: «enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad» (Sal 85,11)…


Una gravísima enfermedad ahora le inclina a hacer su testamento, dejando todos sus bienes a los dominicos de Atzcapotzalco, con el encargo de que parte de su hacienda se empleara en favor de sus queridos indios mexicanos. Pero la salud vuelve completamente, y aumenta el desconcierto interior en Sebastián, a quien Dios da al mismo tiempo graves enfermedades y muy larga vida. Cada vez está más ajeno a sus tierras y ganados, y pasa más horas de oración en la iglesia. Cada vez son más largas y frecuentes sus visitas al convento franciscano de Tlanepantla. Una voz interior, probablemente antigua, le llama con fuerza siempre creciente a la vida religiosa, pero esta inclinación no halla en sí mismo sino dudas, y se ve contrariada por los consejos de sus amigos, incluso por las evasivas y largas de su mismo confesor.


Tiene ya 70 años, y aún no conoce su vocación definitiva. ¿Cómo se explica esto?… «¿Qué he de hacer, Señor?» (Hch 22,10). ¿Será que una pertinaz infidelidad a la gracia, obstinadamente mantenida durante tantos años, le ha impedido conocer su verdadera vocación? ¿O será más bien que esta misma vida suya, llena de zig zags, no es sino fidelidad a un misterioso plan divino?… Todo hace pensar que Sebastián de Aparicio pasó realmente las moradas, las Moradas del Castillo interior teresiano, con todas sus purificaciones e iluminaciones progresivas, hasta llegar a la cámara real, donde había de consumarse su unión con el Señor.


Verdaderamente la vida de Sebastián de Aparicio nos asegura una vez más que los caminos de la Providencia divina son misteriosos. Si él mantuvo su castidad virginal incólume en dos matrimonios y tras los graves peligros pasados en Salamanca, San Lúcar y Zafra; si guardó su devoción cristiana viviendo solo y en continuos viajes de carretero; si conservó su corazón de pobre en medio de no pequeñas riquezas, es porque siempre estuvo guardado y animado por el mismo Cristo. Ahora bien, si continuamente fue guiado por el Señor, esto nos lleva a pensar que su extraña y cambiante vida no fue sino el desarrollo fiel de un misterioso plan divino. Quiso Dios que Sebastián de Aparicio fuera todo lo que fue hasta llegar a fraile franciscano.


Portero de clarisas en México


El tiempo de «Aparicio el Rico» ha terminado ya definitivamente. Este hombre bueno, aunque parezca cosa imposible, «en todo el tiempo que fue señor de carros y labranza ganó cosa mal ganada -dice el doctor Parejo-, ni que le remordiese la conciencia a la restitución» (Calvo 81). Un verdadero milagro de la gracia de Cristo. Él mismo, ya viejo, pudo decir con toda verdad: «Siempre he trabajado por el amor de Dios» (Calvo 48).


Las clarisas de México, a poco de su fundación, pasan por graves penurias económicas. Y el confesor de Aparicio sugiere a éste que les ayude con sus bienes y sus conocimientos de la Nueva España. La respuesta es inmediata: «Padre, delo por hecho; mas de mi persona ¿qué he de hacer?»… El mismo confesor le indica la posibilidad de que sirviera a las clarisas como donado, portero y mandadero. Aquí es cuando Sebastián comienza a entrever la claridad de la vida religiosa… A fines de 1573, ante notario, cede todos sus bienes, que ascendían a unos 20.000 pesos, a las clarisas, y sólo de mala gana, por contentar a su precavido confesor, deja 1.000 pesos a su disposición por si no persevera.


Y entonces, cuando en México los numerosos conocidos de Sebastián empiezan a no entender nada de su vida, viendo que el antiguo empresario y rico hacendado se ha transformado en modesto criado de un convento femenino de clausura, entonces es precisamente cuando a él se le van aclarando las cosas: por fin su vida exterior va coincidiendo con sus inclinaciones interiores más profundas y persistentes. Es la primera vez que ocurre en su vida.


Fraile francisco


La vocación religiosa de Sebastián, después de más de un año de mandadero y sacristán de las clarisas, queda probada suficientemente, y el 9 de junio de 1574, a los 72 años de edad, es investido del hábito franciscano en el convento de México. Los buenos frailes de San Francisco, que le conocían y estimaban hacía mucho tiempo, tuvieron la generosidad de recibir a este anciano, que probablemente estimarían próximo a su fin… Pero el buen hermano lego Sebastián da en el noviciado muestras no solo de oración y virtud, sino también de laboriosidad: barre, friega, cocina, atiende a cien cosas, siempre con serena alegría.


Sin embargo, en este año de noviciado fray Sebastián va a sufrir no poco, por una parte de la convivencia, no siempre respetuosa, de sus jóvenes compañeros de noviciado, y por otra, sobre todo, de las impugnaciones del Demonio… Y además de todo esto, sus hermanos de comunidad no acaban de ponerse de acuerdo sobre la conveniencia de admitirlo definitivamente a la profesión religiosa, pues aunque reconocen su bondad, lo ven muy anciano para tomar sobre sí las austeridades de la Regla franciscana. En ese tiempo tan duro para él, fray Sebastián tiene visiones de San Francisco y de su querido apóstol Santiago, el de Galicia, que le confirman en su vocación. Al referir con toda sencillez estas visiones a un novicio que dudaba de volverse al mundo, confirmó a éste en su vocación.


Finalmente, llegado el momento, y después de tres días de deliberación, deciden recibirlo, de modo que el 13 de junio de 1575 recita la solemne fórmula:


«Yo, fray Sebastián de Aparicio, hago voto y prometo a Dios vivir en obediencia, sin cosa alguna propia y en castidad, vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, guardando la Regla de los frailes menores».


Y un fraile firma por él, pues es analfabeto.


Mendigo de Dios en Puebla


Fray Sebastián, ya fraile, con toda la alegría del Evangelio en el pecho, y con sus 73 años, se va a pie a su primer destino, Santiago de Tecali, convento situado a unos treinta kilómetros al este de Puebla. En este pueblo de unos 6.000 vecinos, siendo el único hermano lego, sirve un año de portero, cocinero, hortelano y limosnero.


Pero en seguida le llaman a Puebla de los Angeles, donde el gran convento franciscano, con su centenar de frailes, empeñados en mil tareas de evangelización y educación de los indios, necesitan un buen limosnero. Aquí, donde había comenzado su vida seglar en Nueva España, va a transcurrir el resto de su vida.


A sus 75 años, con el sombrero de paja a la espalda, el hábito remendado, la bota, «su compañera», siempre al hombro, el rosario en una mano y la aguijada en la otra para conducir sus bueyes, fray Sebastián retoma su carreta y se hace de nuevo a los caminos, recorriendo sin cesar una región de unos 250 kilómetros a la redonda, esta vez para recoger ayudas no sólo para los frailes de su comunidad, sino también para los pobres que en el convento se atienden día a día. «Ahí viene Aparicio», se decían con alegría los que le veían llegar. Y su fórmula era: «Guárdeos Dios, hermano, ¿hay algo que dar, por Dios, a San Francisco?»… «Aparicio el Rico» se ha transformado de verdad en un «fraile mendicante».


A los otros limosneros les dice siempre: «No pidáis a los pobres, que harto hacen los miserables en sustentarse en su pobreza». Más aún, él daba a los pobres muchas veces su propia ropa o les repartía de los bienes que había reunido para el convento. El superior no veía clara la conveniencia de tal proceder, pero fray Sebastián le decía: «Más que me dé cien azotes, que no tengo de dejar de dar lo que me piden por amor de Dios».


A los sesenta años había comenzado el Hermano Aparicio a beber algo de vino, que «casi no era nada». Y ahora, ya fraile y penitente, siempre llevaba consigo la bota, quizá para que no le tuvieran por santo, quizá para reconfortarse en momentos de agotamiento, tal vez para ambas cosas. Un día del Corpus se encontró con él don Diego Romano, obispo de Tlaxcala, y como le apreciaba mucho, le dijo a fray Sebastián si podía ayudarle en algo. No tuvo mucho que pensar el buen fraile. Acercándole la bota, le dijo: «Que me llenéis esta pobretilla» (Calvo 150)…


A la sombra de la Cruz


El viejito que los frailes franciscos han recibido por pura generosidad, va a servirles de limosnero 23 años, de los 75 a los 98. Siempre de aquí para allá, muchas noches las pasa al sereno, a la luz de las estrellas, al cobijo de su carreta. Incluso cuando estaba en el convento, no necesitaba celda y prefería dormir en el patio bajo su carro. El padre Alonso Ponce, Comisario General franciscano, en una Relación breve de 1586, decía de fray Sebastián:


«Siendo de casi 90 años de edad, anda con su carreta de cuatro bueyes, sin ayuda ninguna de fraile español, ni indio, ni otra persona, acarreando leña y maíz y otras cosas necesarias para el sustento de aquel convento, y nunca le hace mal dormir en el campo al sol, ni al agua, antes este es su contento y regalo, y cuando está en el convento ha de tener la puerta de la celda abierta y ver el cielo desde la cama en que duerme, porque de otra manera se angustia y muere; si se le moja la ropa nunca se la quita, sino que el mismo cuerpo la enjuga, y si por estar sucia la ha de lavar, sin aguardar a que se seque se la viste y él la enjuga y seca con el calor del cuerpo, sin que de nada de esto se le renazca enfermedad, ni indisposición alguna» (Campaza 40).


Los datos son ciertos, pero no parece tan exacta la apreciación idílica de los mismos. En realidad fray Aparicio pasó en estos años de ancianidad, siempre de camino, innumerables penalidades. A veces sus penitencias eran consideradas como manías; pero eran en realidad mortificaciones. Así, poco antes de morir, le dice a su mismo superior: «Piensa, padre Guardián, que el dormir yo en el campo y fuera de techado es por mi gusto; no, sino porque este bellaco gusanillo del cuerpo padezca, porque si no hacemos penitencia, no iremos al cielo» (Calvo 108).


Y según refiere el doctor Pareja, a un fraile que le aconsejaba ofrecerlo todo a Dios, le responde: «Hartos días ha que se lo he ofrecido, y bien veo que si no fuera por su amor, era imposible tolerarlo; porque os certifico, Padre, que ando tan molido y cansado, que ya no hay miembro en el cuerpo que no me duela; y a un puedo certificaros que hasta los cabellos de la cabeza siento que me afligen, cuando de noche me quiero acostar o tomar algún reposo» (Campazas 40).


Consolado por los ángeles


También es cierto que el Hermano Aparicio se vio asistido muchas veces por consolaciones celestiales, como suele suceder tantas veces a los santos, cuando por amor de Dios renuncian a todo placer mundano. Él tuvo, concretamente, una gran devoción a los ángeles, especialmente al de su guarda, y experimentó muchas veces sus favores.


El mismo fray Sebastián contó al provincial Alonso de Cepeda una anécdota bien significativa. Le refirió que «caminando para Puebla hizo noche junto a una gran barranca que está en el camino de Huejotzingo. Y estando acostado en el suelo, debajo de una carreta, como acostumbraba, era tanta el agua que llovía que corrían arroyos hacia él, sin poderlo remediar, ni hacer otra diligencia más que ofrecer a Dios nuestro Señor aquel trabajo que padecía, con una total resignación y conformidad con su voluntad santísima».


Pero Dios acudió en auxilio de su siervo. Un hermosísimo mancebo se apareció y con una vihuela comenzó a tocar tan suave y dulcemente, que le pareció estar en la gloria, olvidándose de la incomodidad de la lluvia, y levantándose para acercarse al músico, éste se iba retirando, hasta que saltando la barranca de un salto, desapareció, dejando a Aparicio muy consolado» (Campazas 57). Otra vez, con la carreta atascada en el barro, se le presenta un joven vestido de blanco para ofrecerle su ayuda. «¡Qué ayuda me podéis dar vos, le dice, cuando ocho bueyes no pueden sacarla!». Pero cuando ve que el joven sacaba el carro con toda facilidad, comenta en voz alta: «¡A fe que no sois vos de acá!» (Campazas 71)…


Fueron numerosas las ocasiones en que a fray Sebastián, como a Cristo después del ayuno en el desierto, «se acercaron los ángeles y le servían» (Mt 4,11), o como en la agonía de Getsemaní, «un ángel del cielo se le apareció para confortarle» (Lc 22,43).


Impugnado por los demonios


Como también es normal en quienes han vencido ya el mundo y la carne, fray Sebastián experimentó terribles impugnaciones del Demonio en muchas ocasiones. En la hacienda de Tlanepantla, agarrado a las astas de un toro furioso, luchó a brazo partido contra el Demonio. En las clarisas de México los combates contra el Maligno era tan fuertes que la abadesa le puso una noche dos hombres para su defensa, pero salieron tan molidos y aterrados por dos leones que por nada del mundo aceptaron volver a cumplir tal oficio.


Ya de fraile, según cuenta el doctor Pareja, el demonio «le quitaba de su pobre cama la poca ropa con que se cubría y abrigaba, y, echándosela por la ventana del dormitorio, lo dejaba yerto de frío y en punto de acabársele la vida. Otras veces, dándole grandes golpazos, lo atormentaba y molía; otras lo cogía en alto y, dejándolo caer como quien juega a la pelota, lo atormentaba, inquietándolo; de manera que muchas veces se vio desconsoladísimo y afligido» (Campazas 31).


Los ataques continuaron en muchas ocasiones. En una de ellas los demonios le dijeron que iban a despeñarlo porque Dios les había dado orden de hacerlo. A lo que respondió fray Sebastián muy tranquilo: «Pues si Dios os lo mandó ¿qué aguardáis? Haced lo que Él os manda, que yo estoy muy contento de hacer lo que a Dios le agrada»…


Tan acostumbrado estaba nuestro Hermano a estos combates, que al Provincial de los Descalzos, fray Juan de Santa Ana, le dijo que ya no le importaban nada, «aunque viese más demonios que mosquitos». Y poco antes de morir, a los hermanos que le recomendaban acogerse a Dios para librarse de los asedios del Malo les dice: «Gracias a Dios, ha mucho tiempo que ese maldito no llega a mí, por haberle ya muchas veces vencido».


«Florecillas» de fray Sebastián


De los 568 testigos que depusieron en el proceso que la Iglesia hizo a su muerte, y de otros relatos, nos quedan muchas anécdotas, de las que referiremos algunas. Al mismo fray Juan de Santa Ana, buen amigo suyo, le contó fray Sebastián esta anécdota:


«Habéis de saber que todas las veces que voy al convento, procuro llevar a los coristas y estudiantes fruta u otra cosa que merienden, y cuando no lo hago me esconden las herramientas de las carretas (que sin duda las letras deben hacer golosos a los mozos), y esta vez que no les llevé nada, me cercaron con mucho ruido y alboroto; me pusieron tendido sobre una tabla, diciendo que ya estaba muerto, y cantando lo que cantan cuando entierran a los muertos, me llevaban por el claustro adelante a enterrar entre las coles de la huerta, donde tenían ya hecho el hoyo. Acertolo a ver desde su corredor el Guardián, que era entonces el R. P. fray Buenaventura Paredes, y preguntó: -¿Dónde lleváis a Aparicio? Y respondieron: -Padre nuestro, está muerto y lo llevamos a enterrar. Entonces dije yo: -Padre Guardián, ¿yo estoy muerto? Y visto por el Guardián que había yo respondido, les dijo: -¿Pues cómo habla si está muerto? A lo cual los dichos coristas dijeron: -Padre nuestro, muchos muertos hablan y uno de ellos es el Hermano Aparicio. Y por último el Guardián les mandó que me dejasen, que de otra suerte ya estuviera enterrado» (Campazas 47).


En una ocasión un religioso le exhortaba a amar a Dios, ya que Dios tanto le quería. A lo que fray Sebastián respondió con dudosa exactitud teológica, pero con toda veracidad de corazón: «Más le quiero yo a Él, pues sólo por Él he trabajado toda mi vida, sin descansar un punto, y por su amor me dejaría hacer pedazos». Aquel gallego analfabeto, pura bondad para todos, tenía en cambio sus problemas para amar a los judíos, y alegaba: «No son nuestros prójimos los que no creen en Jesucristo, sino herejes». Y cuando le hacían ver que Jesucristo, la Virgen María y San José, así como los santos apóstoles, eran judíos, respondía conteniendo su indignación: «Mirad que decís herejía»…


El Hermano Aparicio, tan devoto de la Eucaristía, sufría no poco a veces por no poder estar siempre presente en los oficios litúrgicos. Por eso en ocasiones, cuando estaba con el ganado en el monte, lo dejaba abandonado y se iba al convento a la hora de la misa. Y a los que ponían objeciones les decía: «Allá queda mi Padre San Francisco, cuya hacienda es ésa; él la guardará, y yo os aseguro que no faltará nada». Como así fue siempre.


Regresaba fray Sebastián con su carro bien cargado de Tlaxcala a Puebla, cuando se le rompió un eje. No habiendo en el momento remedio humano posible, invoca a San Francisco, y el carro sigue rodando como antes. Y a uno que le dice asombrado al ver la escena: «Padre Aparicio, ¿qué diremos de esto?», le contesta simplemente: «Qué hemos de decir, sino que mi Padre San Francisco va teniendo la rueda para que no se caiga» (Campazas 53-4).


Señorío fraternal sobre los animales


En realidad, fray Sebastián era bueno con todos, con los novicios de coro, a quienes les llamaba «novillos», y también con los mismos novillos, a quienes les decía «coristillas». Tenía sobre los animales un ascendiente verdaderamente sorprendente. A sus bueyes, Blanquillo, Aceituno…, hasta una docena que tenía, o al jefe de ellos, Gachupín, les hablaba y reconvenía como a hermanos pequeños, y le hacían caso siempre. Cuando se le meten a comer en una milpa, y una mujer se acerca gritando desolada, fray Sebastián le tranquiliza: «No se preocupe, hermana, mis bueyes no hacen daño». Y éstos obedientes se retiran, dejando los maizales intactos.


En otra ocasión, acarreando piedra para la construcción del convento de Puebla, un buey se le cansó hasta el agotamiento, y hubo que desuncirlo. Fray Sebastián entonces, por seguir con el trabajo, se acerca a una vaca que está por allí paciendo con su ternero, le echa su cordón franciscano al cuello, y sin que ella se resista, la pone al yugo y sigue en su trabajo. Y al ternerillo, que protesta sin cesar con grandes mugidos, le manda callar y calla. El antiguo domador de novillos los amansa ahora en el nombre de Jesús o de San Francisco.


Regresando una vez de Atlixco con unas carretas bien cargadas de trigo, se detiene el Hermano Aparicio a descansar, momento que las hormigas aprovechan para hacer su trabajo. «Padre, le dice un indio, las hormigas están hurtando el trigo a toda prisa, y si no lo remedia, tienen traza de llevárselo todo». Fray Sebastián se acerca allí muy serio y les dice: «De San Francisco es el trigo que habéis hurtado; ahora mirad lo que hacéis». Fue suficiente para que lo devolvieran todo.


A un hermano le confesaba una vez: «Muchas veces me coge la noche en la sabana y, sin otra ayuda que la misericordia de Dios, como me veo solo y tan enfermo, vuelvo los ojos al cielo, al Padre universal de la clemencia, y dígole: «Ya sabe que esto que llevo en esta carreta es para el sustento de vuestros siervos y que estos bueyes que me ayudan a jalar la carreta son de San Francisco; también sabéis mi imposibilidad para poderlos guardar y recoger esta noche, y así los pongo en vuestras manos y dejo en vuestra guardia para que me los guardéis y traigáis en pastos cercanos, donde con facilidad los halle». Con esto me acuesto debajo de la carreta y paso la noche; y a la mañana, cuando me levanto con el cuidado de buscarlos, los veo tan cerca de mí que, llamándolos, se vienen al yugo y los unzo, y sigo mi jornada» (Calvo 146).


«No perder a Dios de vista»


Fray Sebastián de Aparicio, con todas estos prodigios, nada tenía de hombre excéntrico; bien al contrario, su vida estaba perfectamente centrada en su centro, que es Dios. Desde Él actuaba siempre, y con Él y para Él vivía en todo momento. Y si San Francisco mandaba en su Regla a todos los hermanos legos rezar 76 Padrenuestros cada día, ésta era, con el Ave María, la oración continua del Hermano Aparicio. No salía de ahí, y en el «hágase tu voluntad» él decía todo lo que tenía que decir, y no tenía más que pensar o expresar. Fray Sebastián era, como bien dice Calvo Moralejo, «el Santo del Padre Nuestro» (131).


Noches enteras pasaba en oración de rodillas, mirando al cielo. «No tenía horas determinadas de oración, refiere el padre Letona, porque la tenía continua. en especial los últimos años de su vida andaba siempre tan absorto en Dios que no atendía a las palabras y preguntas que le hacían… Los 24 años que vivió en el convento de Puebla, jamás durmió debajo de techado, sino siempre en campo raso por no perder de vista el cielo» (Campazas 87). Varias veces le vieron, frailes y seglares, elevado durante la oración en éxtasis, pero lo más común era verle entre sus bueyes, a veces, cuando no podía menos, hasta en días de fiesta.


«Lo que yo hago -le confesaba a un fraile- es hacer lo que me manda la obediencia: duermo donde puedo, como lo que Dios me envía, visto lo que me da el convento; pero lo mejor es no perder a Dios de vista, que con eso vivo seguro». Y a esto añadía: «Si no fuera así, ¿quién había de pasar la vida que yo paso? A Él ofrezco los trabajos ordinarios de cada día, y a mi Padre San Francisco, por quienes los hago; ellos me lo reciban en descuento de mis pecados para que con eso me salve».


Como decía su biógrafo Sánchez Parejo, «toda su confianza y cuidado estaba puesto en sólo Dios. Él era su compañía, su comida, su bebida, su techo y amparo y, como dijo su padre San Francisco, y todas mis cosas» (Calvo 133).


Devoto seguro de la Virgen María


El Señor, San Francisco, el apóstol Santiago, y la dulcísima Virgen María… Muchos testigos afirmaron que la mano de fray Sebastián de Aparicio, siempre que no estaba ocupada en algún trabajo, se ocupaba en pasar una y otra vez el Rosario de la Virgen, sin cansarse de ello nunca.


En una fiesta de la Virgen, llega fray Sebastián al convento de Cholula en el momento de la comunión, y allá se acerca a comulgar, desaliñado y con la bota al cinto, recogiéndose después a dar gracias. En ello está cuando se le aparece la Virgen, y él la contempla arrobado… Cuando el padre Sancho de Landa se le interpone, le dice el hermano Aparicio: «Quitáos, quitáos, ¿no veis aquella gran Señora, que baja por las escaleras? ¡Miradla! ¿No es muy hermosa?». Pero el padre Sancho no ve nada: «¿Estás loco, Sebastián?… ¿Dónde hay mujer?»… Luego comprendió que se trataba de una visión del santo Hermano (Compazas 89).


98 años…


El 20 de enero, día de San Sebastián, de 1600, el Hermano Aparicio cumple 98 años, y una vez honrado su patrono, está trabajando con sus carretas. Todavía le aguantaba la salud, aunque una antigua hernia le daba cada vez más sufrimientos. El 20 de febrero, viene a casa desde el monte de Tlaxcala con un carro de leña, cuando los dolores de la hernia se le agudizan hasta producirle náusea y vómitos. Se las arregla, quién sabe cómo, para llegar al convento de Puebla, donde fray Juan de San Buenaventura, también gallego, le recibe, espantándose de verle tan desfallecido.


Allá queda fray Sebastián en el patio, bajo la carreta, en el lugar acostumbrado. Pero el padre Guardián le obliga a guardar cama en la enfermería. Cinco días dura allí, sobre la cama inusual. Y a su paisano fray Juan de San Buenaventura se le queja: «¿Qué os parece?, cómo no me quieren dejar donde tengo consuelo»… Él, de hacía tiempo, como los indios, tenía preferencia por sentarse directamente en el suelo: «Mejor está la tierra sobre la tierra», solía decir.


Pide entonces que le traigan a la celda el Santísimo, y que le dejen adorarlo postrado en tierra. Más tarde el padre Guardián le acerca el crucifijo, para que le pida perdón al Señor por sus pecados: «¿Ahora habíamos de aguardar a eso? -le dice fray Sebastián-. Muchos días ha que somos viejos amigos»… Otro fraile le pone en guardia contra posibles asaltos del demonio: «Ya está vencido -le responde-. Todo lo veo en paz. El Señor sea bendito».


El 25 de febrero, con 98 años, postrado en tierra, al modo de San Francisco, fray Sebastián de Aparicio entrega a Dios su espíritu al tiempo que dice «Jesús».


En seguida se abre su proceso de beatificación, y llegan a documentarse hasta 968 milagros… Por fin, tras tantas demoras, en 1789 es declarado Beato, y desde entonces su cuerpo incorrupto -parece un hombre dormido, de unos 60 años- descansa en una urna de plata y cristal en el convento franciscano de Puebla de los Angeles. Hay en la plaza, sin esperar a Roma, un hermoso monumento en granito y bronce, con una inscripción bien clara:


San Sebastián de Aparicio


Precursor de los caminos de América


1502-1600



Beato Sebastián de Aparicio (Capilla Interior Convento San Francisco de Asís) Puebla de los Ángeles,Estado de Puebla,México