Imágenes de Consejos Para Dejar El Tabaco

Consejos Para Dejar El Tabaco

Imágenes de consejos para dejar el tabaco frescas:


UNA PIZCA DE “CREABILIDAD”
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Image by Trix: Impaciente ……..
El árbol era grande, muy frondoso, el rocío de la mañana había dejado un manto de agua sobre todas sus hojas.

Era antiguo, rugoso, su tronco tenía señales de que un oso había marcado su terreno. Debía de haber un oso merodeando en busca de algún alimento que le ayudase a combatir el frío.

Comencé a tener hambre, me decidí a buscar el río para beber y con suerte conseguir algún pez.


No sabía el punto exacto de mi ubicación, pero al templo de los guerreros de la sanación se llega instintivamente. En aldeas cercanas me habían hablado sobre mi destino, abuelos de otras zonas decían que nunca se había situado el templo con certeza, pues solo se llega si realmente es el momento.


Mientras caminaba hacia el río, recogía romero y algunas plantas medicinales que iba guardando en mi mochila y vislumbré en la lejanía a un señor en postura meditativa y decidí acercarme y preguntarle sobre el templo.

A medida que me acercaba podía ver sus rasgos de anciano, el cabello largo y blanco, su barba blanquecina y su cuerpo delgado, pero con una postura muy firme. Vestía túnica blanca.


- Disculpe señor, ¿le interrumpo?- le dije algo tímido


- En absoluto, joven caminante. Mi nombre es Kanek y vivo cerca de aquí. Siéntese a

mi lado.-


Tenía una voz y maneras muy agradables.


- ¿Qué hace un joven como tú caminando por estos bosques?- me preguntó.


- Ando buscando el Templo de la Sanación.


De pronto se echó a reír y dijo:


- Si lo que quieres es “andar buscando” todo tu peregrinaje resultara en vano.


- ¿Qué debo hacer entonces?- le pregunté confuso.


- Solo puedo ofrecerte dos consejos: silencia tu mente y guíate por tu corazón, él es nuestra mejor brújula. Tu mente solo te confunde, te distrae negativamente, te llena de dudas “debería ir hacia aquí o hacia allá”. Eso no te sirve, caminante, tu corazón sabe, con toda seguridad, que debe hace en cada momento. Abre tu corazón y encontrarás algo mucho más profundo.-


- ¿Cómo sé que es mi corazón el que habla?- Le pregunté.


- Recuerda esto, joven caminante, tu corazón no habla, solo siente, siente lo que

es correcto.


Me regaló una piedra que debía tener en la mano siempre que la mente me distrajese del camino correcto.

Me despedí del anciano, y él me respondió con una mirada bondadosa.


Una de las noches, mientras meditaba, como siempre suelo hacer, me llegó un olor a incienso prendido a pocos metros de mí. Sentí que el templo se encontraba cerca. Tuve un enfrentamiento consciente entre mi mente y mi corazón.

Mi mente decía que me levantase, que corriese hacia la procedencia del olor, y a la vez dudaba por no encontrar nada más que árboles y oscuridad.

En cambio, mi corazón sentía la tranquilidad de que al no levantarme no tendría por qué desmotivarme.


Saqué la piedra de mi bolsillo y de la nada oí un susurro diciendo:

“SI CEDEMOS A UNA APETENCIA DE NUESTRA MENTE CREAREMOS UN

ESTADO DE CONFUSION Y CONFLICTO”

Seguí meditando y desfrutando de aquel olor.


Al despertarme aquel día mi mente estaba atormentándome con pensamientos negativos: “DEBES VOLVER A CASA, NO HAY TEMPLO, NO HAY TEMPLO”


Estaba muy confundido cuando oí el sonido de un río. Decidí acercarme para lavarme la cara y despejarme.


El río sonaba con tanta intensidad que consiguió silenciar mi mente. Mi corazón se aceleró, sentía, con una seguridad increíble, que debía lanzarme y fluir río abajo.

Mi mente, completamente contradictoria, no podía permitirse aquel peligro.

Saqué la piedra y le pedí consejo. Recordé la frase del anciano:

“SOLO TU CORAZON SABE LO QUE ES CORRECTO, EL NO HABLA, SOLO

SIENTE”


Salté sin pensar en las consecuencias más probables. A pesar de los fuertes zarandeos no solté la piedra en ningún instante -¡Me aproximaba a toda velocidad a una catarata!

El pánico se apoderó de mí, pero intenté no pensar en un resultado negativo.

En la caída de la catarata literalmente volé. No recuerdo una impresión mayor desde que tengo consciencia. En plena caída abrí los ojos y, como si de un águila se tratase, vislumbré aquel paisaje tan espectacular y a la vez tan espeluznante. Un valle inmenso, lleno de frondosos árboles, un claro cielo azul y un sol radiante.


Impacté a tanta velocidad que el agua me pareció convertirse en piedra.

Quedé inconsciente.


Escuché la voz de un niño intentando despertarme. Estaba sentado en un roca que se hallaba a orillas del río donde me encontraba. Sentía un gran dolor en la pierna izquierda, pero me puse en pie como pude.

El niño sonreía, iba vestido con una tunica verde, sus ojos eran grandes y de su expresión emanaba una dulzura increíble.


Se puso en pie y desde la roca señaló hacia la izquierda.


¡Allí estaba el templo de la sanación!


Una inmensa pirámide azteca, cubierta de árboles, por lo que solo era posible su visión desde el interior del valle.

Llegué cojeando y el niño abrió la puerta. Un fuerte olor a incienso se escapó tras la puerta.

Había tres ancianos meditando. El del centro vestía túnica verde, el de la izquierda roja y el del la derecha azul marino.


- ¡Ha llegado y está herido! – gritó el niño, mientras corría hacia ellos.


El del centro abrió los ojos y le ordenó acompañarme a una de las habitaciones.

Estaba cansado y me quedé dormido.


Me despertó el niño:


- Acompáñame caminante, vamos a pasear –


Me llevó hacia las montañas mientras hablábamos.


-¿Cómo te llamas? – le dije


- Novoba, y me han encargado guiarte en tu estancia.


-¿Y tus mayores? – le pregunté.


- Han ido a recoger copal para los rituales. Por cierto, aquí somos todos iguales.


- Perdona mi impertinencia.


- No pasa nada. Eres muy valiente ¿sabes? Has hecho frente al miedo en las noches, has conseguido seguir a tu corazón en la entrada al templo. Muy poca gente llega, créeme. ¡Sígueme!


Llegamos a un plano lleno de árboles de la misma especie.


- Estos árboles son Ceibas, nuestras plantas sagradas. Tu misión es plantar una

semilla y sentarte el tiempo necesario hasta que brote. Criarás la Ceiba,

conectándote con ella mediante la meditación. Debes sentir como la Ceiba, ver

como la Ceiba, ser la Ceiba en cuerpo y espíritu. La conexión no es fácil.

Adiós joven caminante, volveremos a vernos.-


Me entregó una semilla procedente de la Ceiba Madre.


- Adiós Novoda, nos veremos.-


Llevaba semanas sentado, meditando y reflexionando. Estaba impaciente, pues no sabía el significado de aquella conexión. Sentí que alguien estaba cerca.


- Joven caminante, al fin has llegado.


- ¿Eres tu, Kanek? – le dije sorprendido.


- Sí, caminante, he sentido tu impaciencia y he venido.


- Sí, estoy impaciente.


- ¿Qué te impacienta, amigo?


- Llevo semanas meditando pero no llego a ninguna conclusión sobre el sentido de conectarme con la Ceiba.


Kanek encendió tabaco en una pipa y comenzó a hablar:


- A ver si me explico, hummm……. La semilla está segura, escondida en su dura

coraza. No sabe qué le va a pasar, ni siquiera que contiene el potencial para

transformarse en un grandioso árbol.

Y sin embargo la semilla se lanzará, se deshará de su protección. Era dura,

pero el brote será muy, muy blando y los peligros incalculables. Pero está

dominada por un sueño, ser un árbol, llegar al cielo; entonces se mueve.

Como ves, la Ceiba y los humanos tienen similitudes en el camino.


- Es arduo, requiere mucho valor.- Le contesté


- Bien, caminante, ahora debes conectarte con ella y ofrecerle el valor necesario

para emprender el camino hacia su deseo, ella te ofrecerá su valor cuando tú

lo necesites.


- De acuerdo, la ayudaré.


- Ahora me voy, alguien me necesita.


Y desapareció entre la arboleda sin dejar rastro.


Decidido a ayudar a la Ceiba, empecé a meditar. Cerré los ojos, estiré la espalda como un firme árbol y comencé a respirar profundamente:


- “Estaba caliente y cómoda, pero mi seguridad se deshacía. Algo me atraía hacia arriba. Tomé fuerzas y atravesé aquella coraza. El miedo se apoderó de mí, pero seguían llamándome. Avancé a través de la última de las protecciones y lo que yo creía mi única fuente de alimento…


Una brisa acarició mi débil cuerpo. Una gran esfera luminosa me cegaba, pero, increíblemente, me atraía con todas sus fuerzas y al mismo tiempo me alimentaba…”


Texto: Fermín Amat Sirvent.

Accesit en el XIV Certamen Literario José Martínez Ruiz, "Azorín" del IES Azorín de Petrer en la categoría de 3º de ESO

Pintura: Fina Reche



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